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Ser mujer no es garantía

Ni es la primera vez que en este txoko lo decimos ni, lamentable y probablemente, vaya a ser la última. Reivindicamos la paridad en todos los ámbitos de la vida entre hombres y mujeres y el derecho a ser tan buenas o malas como ellos, pero que haya mujeres en lo más alto del poder político, por ejemplo, no es garantía de que se modifiquen los patrones masculinos del poder. Hoy tenemos dos claros ejemplos de ello: Condolezza Rice -de la que ya hemos hablado mucho- y Tzipi Livni.

Con la ministra de Asuntos Exteriores de Israel, como dice Maruja Torres, «por fin se ha cumplido una premisa feminista real. Que una mujer tiene derecho a ser tan mala, cruel y asesina como un hombre, y a que la aplaudan». Sobrecoge verla defender en el Parlamento Europeo, con convicción cuasi-fanática, la masacre que su Gobierno está llevando en Gaza, con el apoyo explícito del de EEUU y la no intervención de los del resto del mundo occidental.

Van más de 800 personas muertas -219 niñas y niños- cuando escribo esto, y miles de heridas en 13 días de matanzas y destrucción, y en la ONU no se ha podido siquiera consensuar una de esas resoluciones que luego se pasan por el forro. Criaturas a las que se deja sin alimentos sobre los cadáveres de sus madres sin permitir el acceso de ambulancias, empleo de bombas diseñadas para mutilar y prohibidas por la legislación internacional, ataques a convoyes de ayuda humanitaria... En las televisiones árabes se difunden imágenes que atestiguan la ferocidad israelí y que en Occidente se omiten. Son desgarradoras. Criaturas y personas ancianas sacadas de los maleteros de coches sin piernas, amasijos de carne quemada. Lo que se está viviendo estos días en Gaza es de una brutalidad bestial. Los soldados impidieron durante días el acceso de ambulancias a una vivienda donde a varios niños y niñas les faltaba poco para morir de inanición. Para colmo, la Agencia de Naciones Unidas para los Refugiados de la ONU ha suspendido todas sus actividades.

Y ahí tenemos al flamante Zapatero haciéndose el valiente -eso sí, llamando amigo al Gobierno israelita- diciendo que «nada ni nadie puede justificar el terrible sufrimiento al que se están viendo abocados cientos de personas», así como que no descarta un diálogo directo con Hamas para lograr una tregua. ¿Por qué no se aplica el cuento y habla con ETA?

Mientras tanto su esposa, Sonsoles Espinosa, a quien no se le han caído los anillos ejerciendo de primera dama por el mundo, por compromisos «privados» previos -es una más en un coro músical, no la prima donna- no acude a la cumbre de primeras damas que ha convocado para el sábado en Estambul Emine Erdogan, la esposa del jefe del Gobierno turco, con el propósito de lanzar un llamamiento pidiendo la paz en Gaza y manifestando su alarma por la pésima situación humanitaria que padecen las y los 1,4 millones de palestinos que allí viven. Pues eso, que ser mujer no es garantía de ser feminista y pelear por un mundo mejor.

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