Al menos 154 personas fueron detenidas ayer an Sofía, capital de Bulgaria, tras la protesta contra el Gobierno en el exterior del Parlamento, en la que los manifestantes exigían cambios radicales en la política del Gobierno y la dimisión del primer ministro, Serguei Stanishev.

Nacionalistas, jubilados, agricultores, ecologistas, universitarios, estudiantes de secundaria y madres de familia participaron en la manifestación, en la que reclamaron la renuncia del Gobierno, al que acusaron de «mafia» y «basura».

Pero también se tildó a los gobernantes de «asesinos», ya que una de las causas de la movilización, que reunió a unas dos mil personas, era la muerte violenta de un estudiante frente a una discoteca de la Ciudad Universitaria, en vísperas de Navidad. Ese suceso ha generado un debate sobre la falta de recursos para la educación y la seguridad en esa zona, habitada por universitarios y sede de varios centros estudiantiles.

Los centenares de policías que custodiaban la sede parlamentaria utilizaron porras y escudos para disolver a los concentrados, que respondieron con el lanzamiento de bolas de nieve, piedras y petardos.

Los hechos derivaron en enfrentamientos con la Policía, que las autoridades achacaron a hinchas radicales de distintos clubes de fútbol, que no tenían nada que ver con la protesta, y grupos de jóvenes encapuchados que lanzaron objetos contra los agentes y utilizaron palos y barras de hierro para agredirles, siempre según la versión de Interior. La Policía informó del decomiso a algunos detenidos de artefactos explosivos artesanales de escasa potencia.

La de ayer fue la primera manifestación que en Bulgaria reunió a personas de tan distintos ámbitos sociales, convocada, además, a través de internet. Los sindicatos y los partidos políticos, excepto una pequeña fuerza nacionalista, no tomaron parte. Los manifestantes portaban la bandera búlgara.

«La gente odia el actual status quo, están decepcionados por el capitalismo, por la economía de mercado, pero no ven ninguna alternativa», explicó el politólogo Andrei Raitchev. No obstante, consideró que el número de participantes en la protesta era «despreciable».