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Difícil conjugación del pretérito imperfecto

«La clase»

Laurent Cantet obtuvo la Palma de Oro en Cannes con su cuarto largometraje, que sigue el curso escolar de un instituto donde el profesor de Lengua se enfrenta a un alumnado multicultural, con las consiguientes dificultades idiomáticas y de convivencia.

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Mikel INSAUSTI | DONOSTIA

Sarkozy ha criticado el actual nivel de la enseñanza en el Estado francés, señalando que ha ido a peor en los últimos años. Pero ese tirón de orejas a los responsables del sistema educativo encierra una nostalgia chovinista por los viejos tiempos, en los que el maestro de escuela inculcaba a sus alumnos los valores de la madre patria. Hoy en día se impone la multiculturalidad en las aulas, con lo que el nuevo profesorado ha de afrontar los problemas que se derivan de los disturbios raciales, sobre todo en los institutos de los barrios periféricos. Y, una vez más, el presidente se equivoca en su diagnóstico, al no reconocer que los culpables son los mandatarios europeos, incapaces ellos de solucionar problemas globales desde sus administraciones locales. En el plano real ya no tiene mucho sentido mantener la oficialidad del francés, cuando muchos de los escolares hablan otras lenguas maternas y tienen serias dificultades para adaptarse a un bilingüismo forzado. No se les puede exigir en ningún caso que lean a Molière con la misma naturalidad con la que deberían hacerlo los nativos, aunque tampoco ellos dominan ya su propio idioma en un plano culto o académico.

Laurent Cantet sabía muy bien lo que se hacía cuando decidió hacer girar su película educativa en torno a un profesor de Lengua, que es una de las asignaturas echadas a perder y en la que los docentes más fácil tiran la toalla, pues a casi ningún joven interesa escribir o hablar correctamente, y menos aún leer a los clásicos. La opinión generalizada entre el alumnado es que es un rollo, a sabiendas de que para mandar mensajes con el móvil o el ordenador no hace falta disponer de nociones gramaticales u ortográficas. Ante semejante panorama de desidia cultural, el profesor François Bégaudeau y su libro «Entre les murs» aparecían como la mejor guía para adentrarse en la misión imposible de la enseñanza de la lengua sin morir en el intento. Una de las clases que ponen a prueba la capacidad profesional del protagonista es aquella en que intenta que sus alumnos asimilen la difícil conjugación del pretérito imperfecto, en cuanto ejemplo vivo de los obstáculos que plantea el día a día en cualquier instituto.

Se puede afirmar que «La clase» es un docudrama que responde al cine social de estilo naturalista que practica Laurent Cantet, quien brilló a gran altura en la temática laboral de sus dos primeros largometrajes «Recursos humanos» y «El empleo del tiempo», patinando con su incursión en el resbaladizo asunto del turismo sexual por culpa de la fallida «Hacia el Sur». Con su cuarto largometraje, ganador de la última edición del Festival de Cannes, recupera su instinto para el debate comprometido, gracias a que utiliza el espacio del aula como un foro de discusión y opinión. Los métodos participativos de Bégaudeau facilitan las cosas, convirtiendo sus clases en un fiel reflejo de la sociedad y sus conflictos. Sin embargo, no todos los discípulos son receptivos a los métodos dialogantes del maestro, y hay quienes no se sienten atraídos por las supuestas bondades del sistema democrático y prefieren mantenerse al margen.

Viendo que las críticas más negativas hacia la película han venido del sector de la enseñanza, dado que los comentarios cinematográficos no han podido ser más elogiosos, se tiene la sensación de que a los profesores les pasa como a los curas, que cada uno hace la guerra por su cuenta sin creer ni en las jerarquías ni en sus propios colegas. Todavía no existe le película educativa que convenza a los enseñantes por igual, pero «La clase» muestra una objetividad que hacen mal en poner en duda. Cantet siguió el curso escolar entre el 2006 y el 2007, con los estudiantes del instituto del extrarradio parisino François Dolto como intérpretes, junto a sus profes y padres. Utilizó tres cámaras digitales en HD para atrapar la naturalidad de estos chicos y chicas de entre 14 y 15 años, a los que iba proponiendo las distintas materias a discutir, captando caga gesto y cada palabra fruto de la improvisación. Al principio empezó trabajando con un grupo selecto de cincuenta, pero al final quedó reducido a 25, que es un número de integrantes de un aula bastante llevadero. La eliminación de elementos siguió un proceso lógico, a medida que algunos se iban autodescartando y empezaban a faltar a las clases o se retrasaban más de la cuenta.

El cine y la enseñanza en francés, de la disciplina autoritaria a la oda al profesor

Los tiempos rebeldes de «Cero en conducta» quedan ya muy lejanos, al igual que la poesía surrealista del malogrado Jean Vigo, quien trasladaba la revolución a los límites infantiles de un autoritario internado. En el cine posterior el profesor ya no representa la disciplina asociada al poder y deja de ser el enemigo a vencer, convirtiéndose en una especie de héroe cotidiano en la dura causa de la transmisión de conocimientos. Bertrand Tavernier rindió homenaje a la docencia en «Hoy empieza a todo», película que reflejaba las duras condiciones en las que hay que impartir la enseñanza, incluso en lugares tan inhóspitos como Nord-Pas de Calais, región ahora reivindicada desde una comedia de éxito que está en boca de todos. También se decantaba a favor de la figura del maestro rural Nicolas Philibert en su documental «Ser y tener», en la medida que ha de impartir sus clases a escolares de todas las edades a la vez. La polémica surgió de la mano de Georges López, al reclamar un trato equiparable al de los actores para los protagonistas de los documentales.

La oda al profesor alcanza su grado máximo en «Los chicos del coro», donde Gérard Jugnot ejerce una labor ejemplar al redimir a los internos de un duro reformatorio a través de la educación musical de sus voces. Todo un fenómeno entre nostálgico y melómano, más cercano a los modelos propugnados por Hollywood en películas como «El club de los poetas muertos». Nada que ver con «La escurridiza, o cómo esquivar el amor», una singular recreación de una obra clásica de Marivaux a cargo de Abdel Kechiche, que tiene como escenario actual un instituto multicultural de barrio. Por su parte, Christophe Honoré hace lo propio con Madame de La Fayette en «La belle personne», presentada este año en Donostia. M. I.

IMPROVISACIÓN

Cantet siguió durante dos cursos a una clase de jóvenes de 14-15 años a los que grabó sin que siguieran ningún guión previo. Captaba cada gesto y cada palabra que eran frutos únicamente de la improvisación.

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