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La desembocadura del Aturri se aferra a su vocación industrial y comercial

Sin el «glamour» de un paseo turístico pero en un ambiente agradable, los pasajeros que embarcaron en baiona para recorrer el aturri hacia la desembocadura tuvieron la ocasión de conocer el puerto y sus instalaciones desde una perspectiva bien distinta a la terrestre.

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Arantxa MANTEROLA

Segundo capítulo de la serie de visitas que había comenzado en noviembre pasado con la del puerto de Bilbo, la iniciativa estaba organizada por la Plataforma Logística Euskadi-Aquitaine (PLAE), una Agrupación Europea de Interés Económico constituida por las administraciones de Lakua y el Consejo Regional de Aquitania, que obra para la coordinación y promoción de infraestructuras logísticas y proyectos de transporte en todas sus modalidades (aérea, terrestre y marítima).

El puerto, esencialmente fluvial, consta de tres zonas donde se concentra la mayoría de de la actividad industrial pesada existente en Ipar Euskal Herria, una actividad que a menudo resulta conflictiva y de difícil cohabitación por su proximidad con otras zonas, en particular turísticas y residenciales. De ahí las constantes polémicas entre electos, administraciones, agentes económicos y asociaciones de vecinos y medioambientales que el director de explotación del puerto, Pascal Agostini, no obvió mencionar para, añadir de seguido, que «muchas veces, aun siendo comprensible, la alarma social es desmesurada debido al desconocimiento real de la situación».

Precisamente, «desarrollar la comunicación y dar a conocer el puerto, mejorar las instalaciones en la perspectiva de la sostenibilidad medioambiental y también visual» son algunos de los retos del Consejo de Aquitania, propietario desde el 2006 de la zona portuaria que ocupa terrenos de Angelu, Baiona y Bokale, así como de la localidad landesa de Tarnos.

Por las previsiones que adelantó Agostini, la institución regional tiene la intención de invertir cerca de 50 millones de euros en el periodo 2006-2013, una inversión que septuplica la realizada por el Estado, antiguo propietario, en el inmediatamente anterior (2000-2006). De hecho, por las cifras que durante todo el trayecto fue facilitando, la implicación del Estado no parece haber sido muy importante ya que los siete millones de euros de ese periodo igualan los ingresos que anualmente perciben por la venta de la arena dragada en el estuario.

Tres zonas

Los pasajeros de la particular expedición podían visualizar las explicaciones que, ayudado por un plano, proporcionaba el responsable del puerto. Así, nada más franquear el puente Grenet, era fácil comprobar que la margen izquierda soporta menos actividad que la derecha, considerada como el «verdadero pulmón industrial» del puerto.

La zona de Blancpignon, en la margen izquierda, cuenta con instalaciones y muelles bastante vetustos. Por ella transitan materias primas en granel como piensos, cemento o azufre líquido. Entre los remolcadores que acompañan a los navíos para superar la complicada entrada al puerto y el pequeño edificio de la Capitanía, se encuentra un pequeño puerto con espacio para unas 400 embarcaciones .

En la margen derecha, el panorama es bien distinto. Una zona bastante saturada acoge las industrias más pesadas. En ella se sitúan las más decanas, como Maisica (dedicada al tráfico de maíz y cereales y que, por la crisis del sector, busca diversificar su actividad) y LBC que comercia con productos químicos e hidrocarburos y que actualmente es la única empresa calificada de alto riesgo bajo normativa Seveso, condición que compartía con la Raffinerie du Midi que cerró el año pasado.

La sociedad que detiene el 40% del total del tráfico portuario que ronda los 4 millones de tonelada, también está ubicada en esa zona. Se trata de Aciérie de l'Atlantique (ADA), que ocupa los terrenos de la emblemática Forges de l'Adour que funcionó durante casi cien años hasta su cierre a principios de los 70 del siglo pasado. Fue la sociedad vasca Ucín quien, tras años de interrupción, -no sin su dosis de polémica- relanzó la actividad con la fabricación de laminados.

ADA, es una de las empresas que tanto instituciones como la Cámara de Comercio e Industria, concesionaria de la gestión de la zona portuaria, miman abiertamente, por lo menos en sus declaraciones. No en vano, tiene unas importantes previsiones de expansión (inversiones de 650 millones de euros y 400 empleos) en los terrenos de la antigua Socadour donde también opta a instalarse la sociedad italiana Beltrame, dedicada asimismo a laminación y que invertirá 50 millones de euros y creará un centenar de empleos.

Entrando ya en tierras de Bokale, está la zona de Saint Bernard, donde en los últimos años se han realizado -no muy acertadamente- importantes trabajos de dragado para ganar profundidad y se ha acondicionado un pequeño muelle. Las corrientes marinas, sin embargo, se obcecan en recuperar su espacio y siguen depositando arena en el fondo lo que exige un dragado continuo y limita el acceso a navíos de quilla poco profunda. Resultado: una enorme grúa y hangares vacíos esperan a ser utilizadas «no necesariamente en actividades portuarias».

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