«La risa es el punto de partida para evolucionar y llegar a lo que quieras»
Actor de la compañía de teatro Ron Lalá
Nació en Bilbo pero se marchó a Madrid a los once años. Aunque estudió la licenciatura de Economía, cuenta con una amplia formación teatral y dedica su vida a la interpretación. Ha trabajado con directores como Adrían Daumas, ha participado en Festivales de Almagro y Olite y en filmes como «No somos nadie» de Jordi Mollá. Desde 2002 es uno más de la compañía Ron Lalá.
Ane ARRUTI | DONOSTIA
Llegaron el viernes con una misión: Destruir el mundo en riguroso directo. Los madrileños Ron Lalá presentan hoy (20.00h) la tercera y última función del espectáculo «Mundo y final» que darán en Donostia, en el Centro Cultural de Lugaritz. GARA ha hablado con Iñigo Echevarría, protagonista de la obra.
¿Cómo llega un licenciado en Economía nacido en Bilbo a formar parte de una compañía como Ron Lalá?
Digamos que la licenciatura de economía fue la escusa para decidir que iba a hacer teatro definitivamente. Venía haciéndolo unos años antes. Todo el mundo necesita ese tiempo de decisión ante las posibilidades de la vida. A Ron Lalá llegué hace siete años. Conocía a Álvaro desde el instituto -cuatro de los cinco actores íbamos al mismo-, empezamos allí con nuestros pinitos teatreros. Unos años más tarde nos encontramos y, cosas de la vida, empecé haciéndoles las luces. Unos meses después quedó un hueco en escena y para dentro.
¿Actores que tocan música o músicos que actúan?
Hay de todo. Hay actores, músicos y escritores de formación, y nos hemos ido contagiando los unos a los otros de las diferentes disciplinas. Al final, somos actores que tocamos, músicos que interpretan... Es una especie de artista integral sobre el escenario.
Una de las características de Ron Lalá es que todas las músicas y textos son vuestros.
Sí, son colectivos y de creación original. Hay mucho material que sale de la convivencia, las giras, los viajes, los bares... Ponemos todo en una libreta y cuando llega el momento de montar un espectáculo empezamos a ver sobre el papel qué es lo queremos hacer. Luego empieza el proceso creativo, vamos tirando de esas ideas, y a partir de ahí se empieza a componer y a escribir, y es cuando entran las peticiones de Yayo, el director, que es quien lo ve desde fuera y tiene muy claro lo que quiere.
En todo ese trabajo colectivo, ¿qué margen tiene el director?
Tiene el mismo papel horizontal que todos en aportar ideas, definir el hilo y comerse la cabeza, pero luego tiene un papel fundamental que es el de director de orquesta.
¿Y respetáis ese papel?
Por supuesto. Es el que acaba dándole forma al espectáculo y el que impone el ritmo y la puesta en escena. Tenemos muy claro que para que funcione, tiene que haber alguien que mande desde fuera.
El primer espectáculo se titulaba "Si dentro de un limón pones un gorrión el limón vuela". Por curiosidad, ¿hicisteis la prueba?
Sí, claro. Y vuela, vuela. De hecho, durante el espectáculo lo demostrábamos cuatro veces.
Luego vino "Mi misterio del interior" con el que estuvisteis tres temporadas en Madrid, incluso tuvisteis la oportunidad de cruzar el charco y realizar una gira en latinoamérica. ¿Cómo recuerdas esa experiencia?
Es la gloria, una maravilla. Hicimos tres temporadas en Madrid, las dos primeras fueron de mes y medio y la última de tres meses. Hicimos también gira por el resto del Estado español y también por Chile y Argentina.
¿Cómo se sostiene un espectáculo de humor durante tanto tiempo y llenando la sala?
Afortunadamente seguimos teniendo muchos colegas y nos divertimos mucho entre todos. Creo que se mantiene por la frescura, la fusión de músicas, el humor cuidado y el ritmo frenético que tiene. El público ve una propuesta que le impacta, le sorprende, le divierte y que tiene un montón de ingredientes.
¿Uno no se aburre de repetirlo?
No. Como todo trabajo tiene sus cosas, pero esto es una maravilla. Estás desarrollando una profesión de la manera que has soñado. Y de repente presentarte ante un público, y conseguir mantener una compañía ofreciendo los espectáculos que quieres hacer, es la gloria.
Ahora llegáis a Donostia con «Mundo y Final».
Así es. Es la destrucción del mundo en riguroso directo. Aparece un tipo en su casa, podrido de la vida o de lo que sea, y llama a un servicio de teledestrucción, como quien pide una pizza. Desde ahí empieza la cuenta atrás. El espectáculo gira alrededor de esa petición de destruir el mundo y se van sucediéndo una serie de sketches, como escusa para hablar de lo que nos incumbe a todos. En "Mi misterio interior" hablábamos más de intimidad, del «yo», de temas más cercanos a la persona. Éste también es cercano pero en otro plano. Hablamos del cambio climático, de la política, la economía, la tecnología... Todo con mucho cachondeo pero haciéndolo en serio.
Decís que pretendéis que ese cachondeo, esa risa, suba a la cabeza en forma de preguntas. ¿Cuáles son esas preguntas?
Queremos que a la gente le dé qué pensar. Pero creo que hay que ver el espectáculo para quedarse con ellas.
¿Es la risa lo único que nos queda ante la destrucción del mundo o se puede hacer algo más?
Yo creo que es lo más sano. Más que lo único, es el punto de partida para evolucionar, para cambiar, para proyectar. El ser humano tendría que ser capaz de reírse de todo o de casi todo. Básicamente como salud y punto de partida para llegar a lo que quieras.