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Mertxe AIZPURUA Periodista

Los misterios del ADN

 

De todas las fuentes de conocimiento la ciencia era la única que todavía presentaba garantía de veracidad, pero Einstein ya nos advirtió de que en épocas de crisis es más importante la imaginación que el conocimiento. A priori, la mezcla no debería dar mal resultado pero si entra el factor negocio la cosa empieza a pintar bastante mal. Un laboratorio suizo, con sede en Zurich, ofrece por una módica cantidad de dinero un test de ADN que determinará si usted es genéticamente vasco o vasca. Tiene gracia. Tanta literatura y tanto bertsolarismo para que la respuesta esté en un bastoncillo blanco con muestra de saliva. Pagando algo más, se pueden conocer ascendentes de la Edad Media, la Antigüedad y la Prehistoria. No sé. Si escrutando el ADN al microscopio puede aparecer el cura Santa Cruz, quizá vigilándolo más atentamente acabáramos viendo a Sancho Garcés y quien sabe si con un instrumento de precisión adecuada no podríamos llegar hasta alguno de los hijos de Aitor. Por lo que anuncian, más de un vasco -genéticamente membrillo, añado- se ha sometido ya a la prueba. Menos mal que sabemos que el ADN del humano no difiere mucho del de la mosca y que una mínima variación hizo que en lugar de una escuálida angula saliera un armado centollo. Somos lo que somos por puro azar, porque los genes, que juegan en equipo, cayeron algunos de cara y otros de cruz. Si llegan a caer de canto, en lugar de estar frente al ordenador escribiendo esta columna, estaría en la rama de un árbol comiendo moras. Confiemos en que por más que la ciencia avance embarulladamente podamos seguir moldeando nuestra vida a cada instante. Más vale eludir rastros mitocondriales y cromosomas. No vaya a sorprendernos el pasado.

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