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Análisis | Sobre el relevo en presidencia de EEUU

Los desafíos de Obama: Irak, Pakistán y Afganistán

El proyectado oleoducto TAPI enviaría gas desde Turkmenistán hasta Pakistán e India a través de Afganistán. Así, bloquearía la competencia de Irán y reduciría el dominio de Rusia sobre las exportaciones de energía de Asia Central. El Parlamento paquistaní exigió entablar un diálogo con el Talibán. Entonces, el ministro de Exteriores comentó: «Hay una comprensión cada vez más grande de que el uso exclusivo de la violencia no puede producir los resultados deseados».

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Noam CHOMSKY Lingüista y analista político

La buena voluntad de Barack Obama para «hablar» con el enemigo fue uno de los temas que definió su campaña a la Presidencia de EEUU. ¿Puede Obama estar a la altura de esa promesa
 
La diplomacia es la única alternativa sana al ciclo de violencia que, desde Medio Oriente hasta Asia Central, amenaza con devorar al mundo. Un corolario es reconocer que la violencia solamente engendra violencia. También ayudaría si la Administración de Obama y Occidente enfrentaran los tópicos que impulsan la política en la región.

Irak. El Gobierno de Bagdad ha forjado un acuerdo sobre el estatus de las fuerzas de ocupación que Washington aceptó con renuencia. El acuerdo tiene como propósito terminar con la presencia militar de Estados Unidos en la nación árabe. El acuerdo es el último paso en el proceso de resistencia masiva no violenta que ha obligado a Washington, paso a paso, a aceptar las elecciones y el aumento de la independencia del país ocupado.
 
Un portavoz iraquí dijo que el tentativo acuerdo «se ajusta a la visión del presidente electo de Estados Unidos, Barack Obama». La «visión» de Obama no está claramente definida, pero él probablemente aceptará, de alguna manera, las demandas del Gobierno iraquí. Si es así, eso exigirá reformas en los planes de EEUU de asegurarse el control sobre las enormes reservas de petróleo de Irak mientras establece bases para reforzar su dominio en la región más importante del mundo en producción de energía.
 
Es bueno señalar que recientes encuestas a nivel mundial muestran una fuerte oposición a la existencia de bases navales de EEUU en el Golfo Pérsico. La oposición es muy fuerte dentro de la región.
 
La perspectiva de trasladar las fuerzas desde Irak hacia Afganistán hizo que “The Washington Post” señalara en un editorial: «En tanto Estados Unidos tiene interés en evitar el resurgimiento talibán en Afganistán, la importancia estratégica del país palidece ante la de Irak, que reposa en el centro geopolítico de Medio Oriente y contiene algunas de las reservas de petróleo más grandes del mundo». Éste es un reconocimiento de la realidad. Los pretextos sobre la seguridad y la promoción de la democracia no pueden seguir ocultando los intereses reales.
El mando de la OTAN también está comenzando a reconocer los temas cruciales de la energía. En junio de 2007, el secretario general de la Organización del Tratado del Atlántico Norte, Jaap de Hoop Scheffer, informó en una reunión de miembros de que «las tropas de la OTAN tienen que cuidar los oleoductos que transportan petróleo y gas hacia Occidente». También necesitan proteger las rutas marítimas usadas por los petroleros y otra «crucial» infraestructura del sistema energético, según dijo el funcionario de la OTAN.
 
La tarea podría incluir el proyectado oleoducto TAPI, que será construido a un costo de 7.600 millones de dólares y que enviaría gas natural desde Turkmenistán hasta Pakistán y la India, atravesando la provincia de Kandahar, en Afganistán, donde están emplazadas tropas canadienses. El objetivo es «bloquear un oleoducto competitivo que traería gas a Pakistán y la India desde Irán» y «disminuir el dominio de Rusia sobre las exportaciones de energía de Asia Central», informó “The Globe and Mail” (de Toronto), bosquejando de manera verosímil algunos de los contornos del nuevo “Gran Juego” (como se denominaba cuando Gran Bretaña y Rusia competían por la influencia en Asia Central en el siglo XIX).

Pakistán. Obama ha respaldado la política de George W. Bush de atacar a presuntos líderes de al-Qaeda en países que EEUU (todavía) no ha invadido. En particular, no ha criticado las incursiones de aviones Predator guiados por control remoto que han matado a muchos civiles en Pakistán.
 
En este momento, una despiadada miniguerra se está llevando a cabo en el área tribal de Bajaur, cerca de la frontera con Afganistán. La BBC describe una destrucción extensa a raíz de los combates: «Muchos en Bajaur consideran que las raíces del levantamiento provienen de un presunto ataque norteamericano con misiles contra un seminario islámico o madrasa, en noviembre de 2006, que mató a alrededor de 80 personas». El ataque fue denunciado en la prensa de Pakistán por el respetado físico disidente Pervez Hoodbhoy, pero ignorado en EEUU. Las cosas suelen parecer diferentes del otro lado del garrote.
 
Hoodbhoy señaló que el resultado usual de ese tipo de ataques «ha sido casas arrasadas, niños muertos y mutilados, y una creciente población local que busca venganza contra Pakistán y contra Estados Unidos». Bajaur permite ilustrar el círculo vicioso de ataques y represalias que Obama no parece desear romper.
 
El 3 de noviembre, el general David Petraeus, recientemente designado jefe del comando central de las fuerzas armadas de EEUU, que cubre Medio Oriente, tuvo su primera reunión con el presidente paquistaní, Asif Ali Zardari, con el jefe del Ejército, general Ashfaq Parvez Kayani, y con otros funcionarios. La preocupación principal de los funcionarios paquistaníes fueron «los continuos ataques con aviones manejados por control remoto en nuestro territorio, que causan la pérdida de preciosas vidas y de propiedades, son contraproducentes y difíciles de explicar por parte de un gobierno elegido de manera democrática», le dijo Zardari a Petraeus. El Gobierno de Islamabad, añadió Zardari, está «siendo presionado para reaccionar con más agresividad» frente a los ataques. Esto podría conducir a que exista una «repercusión negativa contra Estados Unidos», que es ya profundamente impopular en Pakistán.
 
Petraeus dijo que había oído el mensaje y que «nosotros tendremos que tomar en cuenta (la opinión paquistaní)» cuando se lancen ataques. Se trata de un requisito práctico, sin duda alguna, si se toma en cuenta que más del 80% de los suministros para la guerra que libran EEUU y la OTAN en Afganistán pasa por Pakistán.
 
El modo en que la opinión paquistaní fue «tomada en cuenta» fue revelado dos semanas más tarde en “The Washington Post”. El diario informó que EEUU y Pakistán llegaron a un «tácito acuerdo en septiembre (de 2008) sobre una política de no-preguntar/no-decir». «Eso permite atacar objetivos de presuntos terroristas» en Pakistán con el avión Predator, dijeron funcionarios de ambos países que pidieron no ser identificados. «Los funcionarios describieron el acuerdo como uno en el cual el Gobierno de Estados Unidos se niega a reconocer públicamente los ataques mientras que el Gobierno de Pakistán continúa quejándose ruidosamente sobre esos ataques» que conllevan riesgos de inestabilidad interna.
 
Un día antes que fuera publicado el informe sobre el «acuerdo tácito», un atacante suicida en la conflictiva zona tribal cerca de la frontera con Afganistán mató a ocho soldados paquistaníes. Eso fue en represalia por el ataque de un Predator en que murieron 20 personas, entre ellas dos líderes talibán. El Parlamento paquistaní exigió entablar un diálogo con los talibán. Haciéndose eco de esa resolución, el ministro de Exteriores paquistaní, Shah Mehmud Qureshi, comentó: «Hay una comprensión cada vez más grande de que el uso exclusivo de la fuerza no puede producir los resultados deseados».

Afganistán. El primer mensaje del presidente afgano Hamid Karzai al presidente electo Obama fue muy similar al que formularon los líderes paquistaníes a Petraeus: «Finalizar los bombardeos aéreos de Estados Unidos que provocan bajas entre los civiles». Su mensaje fue enviado poco después de que las tropas de la coalición bombardearan una fiesta de boda en la provincia de Kandahar, matando a 40 personas, según informes de prensa. No hay indicaciones de que la opinión de los afganos «fue tomada en cuenta».
 
El mando británico ha advertido de que no hay una solución militar al conflicto en Afganistán. Según “The Financial Times”, el comando militar dijo que hay que entablar negociaciones con los talibán. Eso arriesga un desacuerdo entre Gran Bretaña y Estados Unidos. Los temas ya están sobre la mesa, escribe Jason Burke, un corresponsal de “The Observer” con una larga experiencia en la región: «Los talibán han estado involucrados en conversaciones secretas sobre la finalización del conflicto en Afganistán en un ‘proceso de paz’ de amplio alcance patrocinado por Arabia Saudí y apoyado por Gran Bretaña».
 
Algunos activistas por la paz afganos han planteado sus reservas en relación a este enfoque. Prefieren una solución sin interferencia extranjera. Una red creciente de activistas para la paz está convocando a negociaciones y a la reconciliación con los talibán en la Jirga Nacional de la Paz, una gran asamblea de afganos. En una reunión, en mayo de 2008, en apoyo a la Jirga, 3.000 políticos e intelectuales afganos, principalmente de los pashtunes, el grupo étnico más grande, criticó «la campaña militar internacional contra los militantes islámicos en Afganistán» y convocó «al diálogo para terminar la lucha», informó la agencia France Presse. Bakhtar Aminzai, presidente interino de la Jirga Nacional de la Paz, «dijo en la reunión de apertura que el actual conflicto no puede ser resuelto por medios militares y que solamente las conversaciones traerían una solución». Un líder del Despertar de la Juventud, un prominente grupo afgano que se opone a la guerra, indicó que «nosotros debemos terminar el ‘afganicidio’, el asesinato de Afganistán».
 
Un sondeo en un Afganistán desgarrado por la guerra es difícil de hacer, pero los resultados merecen ser tomados en cuenta. Una encuesta hecha por canadienses encontró que los afganos favorecen la presencia de soldados canadienses y de otros países (un resultado que fue titular de primera plana en Canadá). Otros hallazgos deben ser examinados con minuciosidad: Sólo el 20% de los afganos encuestados «piensan que los talibán prevalecerán una vez las tropas extranjeras se retiren»; tres cuartos apoyan las negociaciones entre el Gobierno y los talibán; y más de la mitad favorece un gobierno de coalición. Por consiguiente, la inmensa mayoría discrepa con el enfoque de EEUU y de la OTAN para militarizar aún más el conflicto, y parece creer que la paz es posible si hay negociaciones.
 
Un estudio de los milicianos talibán realizado por el periódico canadiense “The Globe and Mail”, aunque no sea una encuesta científica tal como señala el periódico, ofrece sin embargo datos considerables. Todos ellos son afganos pashtunes, del área de Kandahar. Se consideran muyaidines, guerreros santos, y siguen la antigua tradición de expulsar a los invasores. Casi un tercio informó de que al menos un miembro de su familia había muerto en bombardeos aéreos en años recientes. Muchos dijeron que combatían para defender a aldeanos afganos de los ataques aéreos por parte de tropas invasoras. Pocos afirmaron estar luchando en una guerra santa global o ser leales al líder talibán Mullah Omar. La mayoría decían que combatían por el establecimiento de un gobierno islámico, no por un líder. Nuevamente, estos resultados sugieren posibilidades de un acuerdo negociado de paz, sin interferencia extranjera.

La estrategia del gran convenio diplomático. En la revista “Foreign Affairs”, Barnett Rubin y Ahmed Rashid recomiendan que la estrategia de EEUU en la región se desplace de más tropas y ataques en Pakistán a un «gran convenio diplomático forjando un compromiso con los insurgentes... y encarando un arreglo de las rivalidades e inseguridades regionales». El actual foco en lo militar «y el terrorismo subsiguiente», advierten, podría conducir al colapso de Pakistán, un país con armas nucleares, con su secuela de graves consecuencias.
 
Esos autores recomiendan al futuro gobierno de Estados Unidos «poner fin a la dinámica cada vez más destructiva del Gran Juego en la región». Eso podría conseguirse a través de negociaciones que reconozcan los intereses de las partes involucradas dentro de Afganistán como también de Pakistán e Irán, pero asimismo de India, China y Rusia, que «tienen reservas respecto a una base de la OTAN dentro de sus esferas de influencia» y están preocupados tanto por las amenazas «planteadas por Estados Unidos y la OTAN» como también por al-Qaeda y los talibán.
 
El próximo presidente de los Estados Unidos, escriben Rubin y Rashid, debe terminar con la «búsqueda de la ‘victoria’ por parte de Washington como solución a todos los problemas y con la renuencia de Estados Unidos a involucrar en la diplomacia a competidores, oponentes o enemigos».
 
En fecha temprana, en cualquier número de puntos en la zona de peligro, la Administración de Obama podría actuar para romper el ominoso ciclo de violencia.

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