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Raimundo Fitero

Eclipse

Hoy llega a la presidencia del planeta tierra Barack Obama. Llevamos ya varios días en los que todos sus gestos están absolutamente ampliados y multiplicados por un millón de aumentos en todos los medios de comunicación. Es tanta la luz que desprende que ha eclipsado al propio sol, y lo peor de todo es que ha concitado tantas expectativas, se le suponen tantas facultades para cambiar el curso de la historia que solamente puede provocar desencanto. No se trata de ser un cenizo, de amargar a toda la humanidad, pero ¿qué se puede esperar del nuevo presidente de EEUU?

Personalmente uno espera muy poco, quizás un relajo mediático como deseo. Lo único que puede suceder de inmediato es que cambien un poco las formas, que se revaloricen algunos conceptos que la última administración americana ha dejado convertidos en trapos sucios, que la idea de los actos políticos no se entienda siempre como una imposición que se recita con un misil como única certificación, pero poco más. Para llegar a hacer historia, es decir para llegar a ser el primer presidente negro que llegue a la Casa Blanca, ha debido demostrar de manera constante y reiterada que pertenece a los círculos de poder, que no es ningún desequilibrio ideológico, y que va a mantener el patrioterismo básico militar como estandarte uniformador.

El péndulo histórico ha ido hacia este punto, el «cambio» es una entelequia, un eslogan que algunos han entendido como un objetivo posible. Cuando pase este eclipse de su toma de posesión, cuando se empiecen a ver sus primeras decisiones importantes, veremos si estamos ante una hermosa voz, un cuerpo atractivo, un juguete mediático en manos de buenos publicistas, o una alternativa real a los modos imperiales y groseros de su antecesor. Esperaremos viendo a la farándula cantando, alegre y confiada, las clases medias americanas esperanzadas, el mundo mirando al nuevo conseguidor, los medios rendidos ante su capacidad de convocatoria, pero el resto de los asuntos fundamentales del mundo de la gran banca, las armas, las energías o los transportes, tan tranquilos, ni se inmutan. Está todo atado y bien atado. Y en Gaza una tregua. ¿Casualidad?

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