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«El miedo, sobre todo desde el 11-S, se ha convertido en la ideología de nuestro tiempo»

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Isaac Rosa | Escritor

«El país del miedo» es el título de la última novela del escritor sevillano Isaac Rosa, un relato que escudriña sobre los mecanismos del miedo en la piel de un hombre, padre de familia, que a partir de un pequeño incidente en el colegio de su hijo, que podría solucionarse de manera sencilla, se ve envuelto en una maraña de pasos en falso que le hará sentirse cada vez más amenazado.

Txema GARCIA | BILBO

Abordar el fenómeno del miedo es el leif motiv de «El país del miedo», la última novela del escritor sevillano Isaac Rosa que, con otra anterior, «El vano ayer», fue merecedor del Premio Rómulo Gallegos.

¿Qué le ha hecho elegir el tema de los miedos como elemento central de este nuevo libro?

Más que los miedos, el miedo. A mí me interesaba el miedo como gran tema más allá de que luego, en concreto, me fije en algunos miedos contemporáneos. Me interesaba el uso del miedo, cómo el miedo ha sido siempre, pero sobre todo en los últimos tiempos, un instrumento de dominación de los ciudadanos y cómo se ha convertido en un elemento central en nuestras vidas, una cuestión transversal que está presente ahora mismo en todas nuestras relaciones y en todos los sentidos. Y cómo el miedo provoca un tipo de respuesta en los ciudadanos.

¿Cómo ha sido el proceso de bucear en sus propios miedos para poder escribir esta novela?

Más que una introspección propia, he hecho un ejercicio de observación del entorno. Si parto de la pregunta inicial del libro sobre mi propio miedo, es decir, por qué puedo tener yo miedo a determinadas cosas, de dónde viene y a quién beneficia. Pero, a partir de ahí, me voy abriendo a mi entorno, observando a quienes me rodean, el barrio en el que vivo, y voy viendo esos miedos que son más o menos visibles a partir de determinados comportamientos que sólo se entienden porque ese miedo está detrás, así como determinadas formas de protección, de búsquedas de seguridad, y de las respuestas de la gente ante situaciones que sólo se pueden entender porque hay miedo.

¿Miedo igual a ignorancia?

En el miedo, en muchas ocasiones, hay una parte de ignorancia pero no de no saber sino de no querer saber. A veces nos refugiamos en el miedo, en no querer mirar más allá, es decir, ante determinadas situaciones nos basta con quedarnos en nuestro miedo... Pero eso no quiere decir que, automáticamente, el conocimiento anule el miedo...

¿Cómo le ocurre a Carlos, el protagonista de la novela?

Así es, el protagonista es alguien que razona su miedo y, sin embargo, no se lo quita, es decir, hay una parte irracional en el miedo, que ni siquiera ese conocimiento, ese enfrentarse al miedo hace que consiga superarlo, de forma que, aunque no lo elimine, lo devuelva a su tamaño original y le quite esa sobredimensión que tiene el miedo en muchos casos.

En el libro parece verse una cierta voluntad de testimoniar los rasgos definitorios de una época...

El miedo es algo muy humano y nos ha acompañado siempre. Hay una predisposición a tener miedo porque, además, puede tener una función educativa, una función de supervivencia. Por otra parte, siempre ha tenido una forma de uso político, aunque en los últimos tiempos ha cambiado bastante.

Creo que todo esto se observa mucho en el siglo XX pero, sobre todo, desde el 11-S especialmente, que es cuando el miedo se ha convertido en la ideología de nuestro tiempo. Por eso, más que dar un testimonio, lo que me interesa con esta novela es proponer un debate, un ejercicio de reflexión sobre lo que está ocurriendo, sobre por qué el miedo se ha convertido en un elemento central en todos los sentidos, en las relaciones personales, laborales, sociales, entre países... y como acaba condicionando todo.

Entonces, ¿todos los miedos se resumen en uno?

Si, aunque luego tengan muchas manifestaciones. En mi novela hablo de algunos miedos de tipo urbano, de los miedos de la clase media, aquellos que tienen que ver con situaciones de inseguridad, de violencia, de delincuencia... pero se podría hablar de otros muchos miedos que siguen el mismo patrón, miedos de tipo sanitario, de los que tienen que ver con la alimentación, con la tecnología, con los transportes... aunque todos pondan a un mismo patrón. Ahora, por ejemplo, con la crisis económica se está utilizando también el discurso del miedo para imponer ciertas medidas con las que se supone que nos van a salvar, pero antes nos asustan para que las aceptemos.

¿Consumimos miedo?

En efecto, porque el miedo es un objeto de consumo. Y somos consumidores porque, por paradójico que parezca, el miedo tiene una función de cohesión social. Nos sentimos todos unidos en el miedo, compartimos ciertos miedos, y hay miedos que tienen además una cierta aceptación social, está bien visto tener miedo de ciertas cosas.

¿Hay una visión apocalíptica de la sociedad actual en «El país del miedo»?

He intentado que no sea así, aunque si creo que tenemos esa visión apocalíptica. Lo que ocurre es que ahora nos encontramos en un tiempo de cambios, de crisis, un momento en el que hemos perdido ciertas certezas que teníamos antes.

Estamos un poco como en tierra de nadie, no sabemos hacia donde ir y eso nos genera una sensación de vulnerabilidad que es la que da forma a estos miedos. En cualquier caso, yo intento no verlo en esos términos tan dramáticos porque, al final, si uno lo ve de esa manera se acaba arrojando en brazos del primero que le ofrezca la salvación, seguridad y protección a cambio de lo que le pidan. Y tampoco esa es la solución.

El miedo, entonces ¿mueve o paraliza el mundo?

Yo creo que el miedo mueve el mundo, es uno de los instrumentos de gobierno. Y el avance (no sabemos hacia dónde) que se produce en estos momentos en el mundo se hace apoyado en ese miedo que se está utilizando, precisamente, para cambiar las cosas.

Y así vemos como determinadas reformas políticas serían impensables si no hubiera una ciudadanía asustada. Y si te han asustado previamente, lo que esperas es que te protejan y, si para ello te dicen que a cambio tienes que ceder en algo, pues lo haces. Y eso ocurre en todos los órdenes de la vida ahora mismo.

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