No se ajusta al discurso, luego no interesa
La noticia saltaba a primera hora de la mañana: dos escoltas habían sido tiroteados en la localidad cántabra de Castro Urdiales y habían salido ilesos del trance tras «repeler» el «ataque» a balazos. Tras el flash inicial, en el que los medios especulan con un hipotético atentado, el flujo de la información empieza pronto a decrecer a pesar de que la noticia aparece en los primeros lugares del ranking de «más leídos» en los principales medios digitales. Pasa el tiempo, no hay confirmaciones ni desmentidos y la redacción de las noticias comienzan a trufarse de sustantivos como «confusión», «contradicción» e «hipótesis». La noticia va camino de desvanecerse, al menos en los términos en los que había saltado al primer plano informativo, y pronto deja incluso de actualizarse con nuevos datos tras constatarse que el incidente no tiene relación con ETA. Ya no importa qué es lo que ha pasado, por qué se han efectuado los disparos, en qué circunstancias se han producido ni por dónde se dirigen las investigaciones.
No es la primera vez que ocurre y el patrón siempre es el mismo: se registra un incidente que tiene como protagonistas a escoltas armados (el último, en la estación ferroviaria de Abando en Bilbo, cuando un guardaespaldas hirió a un vigilante), y tras constatarse que no hay atentado, la información desaparece. Ya no interesa, porque no se ajusta al discurso.