Luis Beroiz Galdakao
Eskerrik asko, amama Emilia
Nos vimos, por última vez, en tu casa, la mañana fría de la pasada Noche Buena. Visita, como años anteriores, obligada y gratificante. Fresca como la flor de nenúfar, lúcida a tus 95 primaveras, estabas radiante como novia a punto de esponsales, presumiendo orgullosa de haber sido y de ser la amama de todos los presos, tus nietos, tus corazones.
Días más tarde, mañana esta vez de lluvia, corre veloz una voz triste: te habías ido sin avisarnos que partías, tú que siempre eras la primera en llamar, cuando leías nuestros escritos, sabedora de que tus ánimos nos ayudaban, como así era, a no permanecer callados. ¿Te acuerdas? Me reñías cuando tardabas en ver nuestra firma, pero nunca te dije que, por falta de espacio o exceso de material, había veces que no nos publicaban, para que no te enfadaras con nadie.
Al despedirnos, nos dijiste que esa noche cenarías, a la luz de la vela, como todas las Navidades, acompañada de todos tus nietos y que luego darías comienzo a la lectura de un libro que recién habías recibido de tus amigos txalapartaris y que te dediqué rogando que leerlo te doliera menos de lo que a nosotros nos había dolido escribirlo.
Te has ido sin dejarnos devolverte todo lo que has hecho por todos nosotros: habías nacido para dar sin esperar nada a cambio. Hoy, cuando leas estas líneas, no hace falta que nos llames. No tenemos prisa. Cuando nos volvamos a ver y te contemos que somos ya un pueblo libre, entonces hablamos. Te llevaremos gominolas de colores para adornar ese espacio luminoso que seguro que habitas. Ikusi arte, amama Emilia.