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Raimundo Fitero

Puchero gitano

Con un par. Karlos Argiñano apareció con sombrero y vara de mando y preparó un puchero gitano según la receta que le había mandado David García Vaquero, un gitano establecido en Carabanchel. Cantando y cantando y en actitud positiva, haciendo bastante más por la normalización que siete ministras y tres portavoces. Lleva una temporada muy comunicativo, y haciendo recetas absolutamente populares, lo que le honra en estos momentos de molicie post gastronómica, post calórica y post-post nueva cocina. Sin químicas, ni filosofías baratas, volviendo a las leyes básicas: producto, tiempo y buenas combinaciones. Sigue proporcionando momentos televisivos relajantes, creativos, divertidos y formativos. La tertulia a dos de los viernes con Arzak debe figurar como una de las recomendaciones de la OMS contra el estrés, la angustia y la comida basura. Es todo tranquilidad, sabiduría y ganas de conocer. Y una relación entre ambos francamente entrañable.

A otra cosa. Hablemos de efectos colaterales o de reflexiones adjuntas a la realidad constante y sonante. ¿Por qué a la ciudadanía en general le interesa más un programa donde gentes normales preguntan a los políticos que las retransmisiones de los plenos parlamentarios? Hay algunas cosas que se entienden: el formato, la agilidad, la cercanía, la falta de protocolos horarios y muchos otros asuntos de parecida entidad entorpecedora, pero la diferencia en términos absolutos en los resultados de audiencias es bastante notable, lo que quiere decir que todas las ceremonias parlamentarias, los formalismos y reiteraciones, han logrado que el posible votante pase de ellos y si se acerca a los líderes lo prefieren hacer en esas circunstancias en donde, aparentemente, seamos cautos, todo se produce de manera más espontánea, se puede replicar al momento y los intervinientes van al grano, a lo que afecta a cada cual, es decir a todos.

La democracia representativa, los aparatos de partido, sus paquidérmicas estructuras, sus intereses no solamente partidista sino económicos han colapsado la comunicación con la ciudadanía, que pasa de sus ritos decimonónicos. Prefieren lo directo y para comer un buen puchero gitano.

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