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Fascinante cine de serie B

 

Iratxe FRESNEDA | Periodista y profesora de Comunicación Audiovisual 

Hace unos días, mientras hacia zapping en busca de alguna película que ver, me topé inesperadamente con las imágenes de un largometraje de factura polaca que me dejó fascinada. Otro día, otros ojos, quizás no hubiesen percibido lo mismo, pero esa tarde la imperfección, la torpeza y la falta de recursos me pareció que se acercaban a la esencia del cine. Tuve a sensación de percibir algo más de lo que me permiten ver esos filmes de acabado perfecto, a los que poco se les puede reprochar. El encanto de suplir los grandes presupuestos con imaginación da, en algunos casos, resultados extraordinarios. Cada vez que pienso en esto siempre me acuerdo de Seijun Suzuki. El «chico malo» de los estudios japoneses Nikkatsu fue el gran renovador del cine de yakuzas en los sesenta. Amigo de las osadías formales y del estilo onírico y anti-realista, el director de «Pistol opera» encarna a la perfección el espíritu del cine de serie incatalogable (b, c, d, z o lo que se quiera), que no es otro que entender el cine de un modo divertido, despreocupado pero jamás ajeno a la emoción. Que es precisamente a lo que aludía al inicio de esta columna.

Este año el Goya de honor se lo lleva Jesús Franco, director, guionista, productor, actor, montador y músico, especialista en el género de terror erótico. La Academia del Cine quiere premiar así una larga y fructífera carrera en la que los obstáculos de la censura han convertido a sus «enfermizas» y «malsanas» películas en celuloide de culto para muchos amantes de lo que se esconde en ese apelativo y cajón de sastre que es el cine de serie B. Un cine surgido de las cenizas del cine A, de la reutilización, de decorados y equipos, combinando con rodajes acelerados y bajos presupuestos. Algunos cinéfilos opinan que hay algo mas más allá del cine de serie B, el trash cinema (cine basura), que representa esas cintas que a modo de «residuos» surgieron a partir de los años 30 tras rodajes acelerados, presupuestos y «equipos técnicos» de risa. Rizando el rizo, ¿qué hay más allá aun del cine basura o trash movie? Pues el cine de monstruos de los años cincuenta, un subgénero surgido en los años cincuenta y perpetrado por cineastas de dudoso talento pero dotados de grandes dosis de entusiasmo. Precisamente a un legendario autor de cine entusiasta e «incatalogable» han decidido otorgarle un premio. Conocido como Jess Frank, Clifford Brown o James P. Johnson ,y con más de 180 películas en su haber, Jesús Franco es de esos que consideran el cine como un mero entretenimiento que ayuda a vivir a la gente.

 

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