Y Hortefeux tenía razón: no conviene insultar al cocodrilo antes de cruzar el río
Las alianzas forjadas sobre el calor de la crisis necesitan de un mayor grado de madurez, de mayor claridad y concreción, porque no es de recibo malgastar a partir de hoy la energía que asoma tras una jornada de movilización extraordinaria.Maite UBIRIA
Al Gobierno de Nicolas Sarkozy se le pueden censurar muchas cosas, como lo hicieron ayer tantos ciudadanos de tan distinta condición a lo largo y ancho del Hexágono. Sin embargo, en esta ocasión hay que reconocerle que no ha pecado de la incontinencia verbal a la que nos tiene tristemente acostumbrados. Aquel Sarkozy que tras la oleada de protestas de julio de 2008 sentenció que «cuando en Francia hay una huelga nadie se da cuenta», optó ayer por refugiarse en una defensa testaruda del programa de reformas, pero sin deslizarse por el tobogán del insulto. Eso sí, jugó al despiste con una guerra de cifras que sólo aumenta la sensación de que su Gobierno no acierta a digerir la dimensión de la derrota, pese a haber tenido que reconocerla de antemano.
El ministro de Asuntos Sociales ha marcado pauta. Con una frase recuperada de su experiencia en «ex colonias» africanas, Brice Hortefeux ha empleado una consigna exótica para defender que no interesa alentar el enfrentamiento directo. Y, aunque algunos puedan emborracharse esta mañana con las portadas de los diarios, esa inusitada actitud de respeto de los primeras espadas del sarkozysmo tiene más que ver con el temor a lo desconocido que con una claudicación ante el empuje sindical. Sarkozy ha eludido cuestionar lo incuestionable, pero no tanto porque se sienta intimidado por los convocantes de la jornada como por el descontento contenido que asoma tras la primera gran movilización ciudadana contra la política de reformas con la que la derecha encara una crisis que expulsa del mercado laboral y despoja de derechos a a miles y miles de personas.
¿Un «jueves negro» para empezar o para seguir? Esa es la principal interrogante antes y después de la jornada de huelga y movilización con la que la ciudadanía ha dicho a Sarkozy que no está dispuesta a seguir pagando la peor parte de la factura de la crisis, mientras las multinacionales galas, a las que el Elíseo agasaja con millonarias ayudas, recogen el dinero con una mano mientras con la otra blanden expedientes de regulación. Ayer, la calle habló, pero el reto principal tras el «jueves negro», que Sarkozy ya tenía descontado en el calendario, es cómo dar curso a esa energía popular.
¿Cómo conseguir un impulso sostenido cuando la brecha entre la izquierda social y la izquierda política es hoy más acusada que nunca? Sigamos, de momento, con los agradecimientos. Si a Sarkozy hay que premiarle por su silencio (relativo), a la primera secretaria del PS habrá que agradecerle que esperara ayer al consejo parisino a pie de calle, sin tratar de acaparar un protagonismo para el que la formación que oficialmente lidera no hace méritos. Por no mencionar que la política de liberalización económica y de entrismo sostenido en el tejido asociativo galo se planificó en parte en los despachos de Solferino.
A la izquierda del PS, una imagen insólita. La declaración unitaria de apoyo a la protesta a cargo del Nuevo Partido Anticapitalista, el viejo PCF y la presunta ramificación de éste, el Partido de la Izquierda. ¿Estamos ante un movimiento de calado? ¿Ante una estrategia con vistas a las elecciones al Parlamento Europeo?
Una vez más, resulta más sencillo entender los movimientos en la superficie que interpretar las voluntades de fondo. No sólo a pie de calle, sino especialmente en los círculos del poder político.
Por lo que afecta al calendario, el próximo lunes se anuncia una nueva reunión de la intersindical que ha apadrinado este 29-E. La suma de factores que han hecho posible este castigo ciertamente espectacular a Sarkozy merecen una reflexión en profundidad, más allá del análisis complaciente. ¿Aspiran (sólo) los sindicatos a reanudar el diálogo en la cumbre para pactar una rebaja de las reformas que amenazan el equilibrio social?
Para cruzar el río no vale insultar. Tampoco tratar de engañar a los cocodrilos. Sarkozy oye pero no escucha, luego hará falta algo más que una jornada extraordinaria para obstaculizar su peligrosa deriva.