Ainhoa LORES | BILBO

Nacido en A Coruña hace 35 años, Castón reside en la capital bilbaina desde hace más de un lustro. Está licenciado en Filología Hispánica por la Universidad de Santiago de Compostela y le apasiona el cine, por este motivo realizó sus estudios de dirección de cine en Barcelona. También ha dirigido cinco cortos, antes de su primer largometraje.

¿Cómo se le ocurrió la idea de crear una película de estas características ?

La idea de crear una película de temática homosexual nació de Berdindu, el Servicio Vasco de Gays, Lesbianas y Transexuales. En 2007, se me ofrece la posibilidad de escribir el guión, que posteriormente acepto y escribo. Tenía que cumplir una base de características como que la historia sucediese en Euskal Herria o que la temática fuera sobre la homosexualidad, además de ser un filme de bajo presupuesto. Teniendo todo esto en cuenta, me pareció interesante trasladar la trama gay a un núcleo no urbano, ya que la gran mayoría de las películas tocan este tema en grandes ciudades. El hecho de que mucha gente llegada de pueblos apartados del centro urbano pida ayuda en Berdindu, me dio la idea para crear este largometraje en un ámbito rural, como es el valle de Arratia, paraje que no se menciona en la cinta. Para que el desarrollo de la película fuera lo más realista posible, evidentemente no se iba a dar una relación homosexual entre vecinos del mismo entorno social, local o laboral, con lo cual, para darle mayor credibilidad introduje el tema de un obrero inmigrante que le ayuda en el trabajo y que fuera totalmente ajeno a su mundo, que compartiera como mucho una lengua. A partir de ahí surge una amistad y acaba con unos sentimientos bastante profundos por parte de Ander. Y un conflicto, que se desarrolla en la segunda parte.

¿Cómo se enfrentó al hecho de rodar en euskara sin hablarlo?

Yo escribí la historia en castellano y después se tradujo a un vizcaino muy concreto, que no todos los actores hablaban, así que tuvieron que practicar. También teníamos un asesor lingüístico que iba diciendo lo que estaba correcto o no y cómo se tenía que decir; de ese modo, yo me desentendí de las palabras y me centré en la interpretación. Al final, resultó incluso mejor, ya que los actores estuvieron fantásticos. El que me olvidase de las palabras creo que ha beneficiado a la película en general y a la interpretación: me fijaba en cómo lo estaban diciendo y marcaba un poco más la entonación, el ritmo...

«Ander» va a participar en la Berlinale. ¿Cómo ha sido el proceso para llegar hasta allí?

Como cualquier otra película. Estás a punto de terminar un filme y envías una inscripción, pagas bastante dinero para que la organización la vea y después vas pasando filtros, primero en el Estado y luego hasta Berlín, donde nos informaron de que estábamos seleccionados. La verdad es que ni nos lo creímos, porque se presentaron alrededor de mil y mil doscientas películas de todo el mundo y, al final, se seleccionaron, de todas ellas, una veintena de títulos en total.

¿Se imaginó en algún momento que pudiera llegar tan lejos?

Cuando acabamos la película, estábamos todos muy contentos con el resultado y veíamos que podíamos tener alguna remota posibilidad de estar en algún festival importante, si no era en Berlín, en algún otro. También es verdad que el de Berlín es un festival muchísimo más abierto que cualquier otro del mundo, sobre todo en el contenido. Cannes, que es el gran festival por excelencia, por ejemplo, acoge temas más repetitivos. La forma de contar las historias siempre es muy variopinta e innovadora a nivel formal, pero la Berlinale es mucho más abierta se caracteriza por su variedad temática, con la participación de muchísimos países. Yo creía que el tema de la homosexualidad, el de la inmigración y el de la prostitución, todo concentrado en un ámbito urbano, les podía interesar, y así ha sido. Arriesgamos mucho a nivel interpretativo, de cadencia y de tono. Es una película que pasa de las dos horas, tiene el ritmo del campo, secuencias lentas que acercaban de alguna manera al naturalismo al que yo pretendía llegar, conseguir rozar el documental, sin llegar a tocarlo.

Anteriormente había dirigido cortometrajes. ¿Cómo ha resultado la experiencia de pasarse al largo?

Muchísimo mejor, básicamente porque tienes un equipo profesional y todo el mundo cobra. No tienes que andar pidiendo favores, ni hacer jornadas de 18 horas como cuando haces un corto. Yo me he sentido muy libre, con unas condiciones mucho mejores. Ha sido fácil y agradable.

¿Qué expectativas tiene de cara a la Berlinale?

¿Cuenta la película con una adecuada distribución? ¿Podría ayudar Berlín en este sentido?

El problema siempre es la distribución; pero sí, desde el momento en que pones el logotipo de la Berlinale en el cartel, ya tienes una afluencia de público determinada e interesa a los distribuidores. Lo que pasa es que hay que ver cómo está el mercado hoy en día, si hay público o no para esa película. En principio, la cinta está rodada en vídeo de alta definición, así que no debería de haber problemas. El mayor obstáculo puede ser que «Ander» es bilingüe y no puede ser doblada, ya que se va a firmar un contrato y el distribuidor que la tenga la tendrá que presentar en versión subtitulada, por lo que nos cerrará muchas puertas.

También es director de Zinegoak, el festival que inaugura nueva edición esta noche con el estreno de «Ander». ¿Qué tipo de sensación le crea el hecho de presentar una película suya?

Me crea unos sentimientos encontrados. Además, es lógico presentarla en Zinegoak, porque es la primera proyección en Euskal Herria sobre gays en euskera y este festival es el único en el territorio con esta temática. En este caso, coincide que es el mismo director. En su día, incluso decidí que no tenía ningún problema en dejar la dirección de Zinegoak, pero tiene que ser estrenada en este festival, sea quien sea el director.

Parece que Zinegoak crece, que se asienta cada vez más. ¿Cómo se presenta este año, qué pensamientos le produce, la dinámica que ha llevado hasta ahora...?

Lo que más me ha sorprendido de este año es que, después de la presentación oficial y cuando he leído la prensa, nadie explicaba lo que era Zinegoak. Eso significa que ya nos conocen, que no hace falta explicarlo: ya está asentado. Además, ha aumentado el número de premios y cada vez se presentan más filmes; en esta edición, 111 de 26 países diferentes.

¿Cómo es el proceso de selección de las películas recibidas?

Como en Berlinale, la gente envía sus trabajos y la inscripción. Luego hacemos una selección siguiendo unos criterios en los que impera la calidad junto a la diversidad de países o el mismo porcentaje de proyecciones de temática gay o lésbica, algo un tanto difícil ya que cuesta encontrar películas de chicas. También nos fijamos en que haya siempre algún título potente sobre el tema transexual, una, dos o tres, ya que no hay gran variedad de estas.

En cuanto a la temática homosexual, ¿cuáles son las diferencias que hay entre una película comercial y una que presente Zinegoak?

Son muchas, para que una película comercial se estrene tiene que tener una serie de características, como que sea del género cómico, y si no lo es, tiene que ser muy políticamente correcta, incluso rozando a veces el ridículo. O bien una historia de amor desgarrada con un final triste para que todos lloremos o una biografía de alguien que ha sido importante. En Zinegoak tiene que ser transgresora, no convencional y que sea políticamente incorrecta.

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