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Análisis | Movimiento interno en el PNV

La importancia de los ocho meses está en el cambio de liderazgo

 En los últimos meses no se ha solucionado la grave división interna, pero parece haberse aclarado al menos quién manda y marca la estrategia La decisión sobre la denuncia a Estrasburgo marcó un hito. El PNV dejó de seguir al lehendakari y fijó su propia vía que Ibarretxe tuvo que decir que era mejor. EA presentará su recurso este mismo miércoles. El PNV todavía lo estudia.Las conclusiones del «Think Gaur» y su eje del Concierto Político son los instrumentos con los que el PNV pretende retomar el liderago estratégico mientras Ibarretxe se concentra en la gestión institucional

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Iñaki IRIONDO

El striptease público protagonizado esta semana por Iñigo Urkullu y su partido a raíz de conocerse el contenido de las entrevistas de un libro, llevan a analizar qué cambios se han producido en el seno del PNV en los últimos meses y cómo ha vuelto el centro de gravedad de las decisiones estratégicas de Ajuria Enea a Sabin Etxea.

Las entrevistas con dirigentes y ex dirigentes del PNV, y en especial el capítulo dedicado al presidente del EBB, Iñigo Urkullu, que María Antonia Iglesias incluye en un libro de próxima aparición han servido para constatar las diferencias internas de táctica y estrategia existentes en la cúpula jeltzale. Tratando de minimizar la profundidad de una fosa evidente, hay quien apela a que es humano que dos personas piensen diferente, considera beneficioso que dentro de una organización política haya debate o recurre a la idiosincrasia del PNV y su concepto de bicefalia.

Sin embargo, las palabras de Urkullu no muestran simples diferencias de interpretación política entre el presidente del EBB y el lehendakari, ni problemas personales de adaptación de dos formas distintas de actuar, sino que dibujan una situación interna de división en dos sectores, en la que Juan José Ibarretxe hace lo que le viene en gana incluso en contra de los criterios de la dirección del partido y actuando en ocasiones con deslealtad.

Además, muestra que Iñigo Urkullu -a pesar de sus declaraciones públicas- nunca creyó en la estrategia de la consulta, por lo que tenía de ruptura con el Estado y los partidos que alternativamente lo gobiernan.

Al verse a sí mismo y a su partido desnudado de esta forma en público y a apenas un mes de las elecciones, Urkullu -con la complicidad de Ibarretxe- trató de capear el temporal afirmando que se trataban de sentimientos íntimos de hace ocho meses y, por lo tanto, ya del pasado. A esto se añadió el manido recurso a que sus palabras habían sido sacadas de una larga entrevista y descontextualizadas.

Dicha así, la excusa es floja. Para ser realmente convincente, para que alguien pueda creer verdaderamente que ocho meses son el pasado, Urkullu debería haber reconocido que la situación era esa en julio, pero que desde entonces ya se ha corregido (no la división, pero si al menos la cuestión del mando interno), por lo que la realidad hoy en día es bien distinta.

Pero, ¿puede el presidente del EBB decir, en vísperas de unas elecciones trascendentales, que se ha acabado el tiempo en el que Juan José Ibarretxe marca de hecho la línea política del PNV, unas veces a través de la persuasión y otras con hechos consumados? ¿Puede decir que la dirección del partido ha vuelto a tomar el timón? ¿Dónde quedaría entonces la imagen de liderazgo que gran parte de la ciudadanía espera de un candidato a lehendakari y, en especial, del propio Ibarretxe? Una trampa perversa. Pero, ¿acaso no es cierto que en estos meses se ha producido ese cambio?

Entre el 22 y el 28 de mayo de 2008 se produjo un episodio sumamente desconcertante. El jueves 22 y el viernes 23, antes de comer, Iñigo Urkullu concedió dos entrevistas a «El País» y «El Correo». La primera, para su publicación el domingo y la segunda, prevista para el lunes. Era en vísperas de que se conocieran las preguntas de la consulta. En la entrevista con «El País» dejaba constancia de que «quizá la propuesta que presentemos no pueda contar con los votos del PCTV». En la de «El Correo» era aún más explícito. Con la información obtenida en la entrevista, el diario de Vocento adelanta una noticia que publica el sábado 24 con el titular «el PNV incluye una petición de rechazo explícito a ETA en la consulta de Ibarretxe». En el texto podía leerse que «una redacción ambigua [de las preguntas] dejaría la puerta abierta a que los parlamentarios de EHAK apoyasen la consulta, una propuesta que no desagradaba al lehendakari ni a ciertos sectores del PNV. Sin embargo, la opinión mayoritaria en el Euskadi Buru Batzar es que hay que lanzar un mensaje de firmeza en un escenario en el que ETA está inmersa en una ofensiva a gran escala y cometiendo atentados mortales». Y el periodista que acababa de entrevistar al presidente del EBB añadía que «esta tesis, defendida por Iñigo Urkullu, es la que finalmente se ha impuesto. Tras varios e intensos debates, la dirección jeltzale ha apostado por formular una pregunta directa en la que se pedirá a la ciudadanía que exprese su rechazo explícito a la organización terrorista».

El viernes 23, tras entrevistarse con «El Correo», Iñigo Urkullu acudió a Ajuria Enea para comer con el lehendakari y, entre otros, con el presidente de Eusko Alkartasuna, Unai Ziarreta, y el coordinador general de Ezker Batua, Javier Madrazo. En aquella comida, además del menú, Juan José Ibarretxe puso sobre la mesa las dos preguntas de la consulta que, como es harto conocido, no incluía ningún rechazo explícito a ETA. Hay testigos de que en el encuentro Urkullu no dijo nada sobre las preguntas.

Es evidente también que ni paró la información de «El Correo» del sábado -que quizá desconocía que se iba a adelantar a la entrevista-, ni corrigió lo dicho en la entrevista que, tras un nuevo contacto el domingo con el periodista, salió el lunes a los quioscos con el titular «la consulta incluirá un rechazo explícito a ETA; el PNV no puede ser ambiguo». Según lo dicho por Urkullu a «El Correo», la conclusión es que Ibarretxe se saltó la decisión del EBB, órgano del que forma parte. Y es una de esas ocasiones en las que él -como confiesa en el libro- «tengo que seguir dando la impresión de que soy tonto, de que soy un pelele, de que me chupo el dedo».

No es descabellado pensar que este episodio y otros como el de seguir dando protagonismo al Consejo Político en la presentación del proyecto de ley de consulta en el Parlamento o en el acto del 23 de junio en el Kursaal (que Urkullu en la entrevista confunde con un programa de televisión, aunque algo de eso también tuvo) acabaran por colmar la paciencia de la mayoría del EBB y provocar un cambio de ciclo en el partido.

Es como si hasta entonces, hasta la aprobación de la Ley de Consulta en el Parlamento, el PNV no quisiera contrariar públicamente al lehendakari, pero que después el EBB decida ya cortar con la política de hechos consumados. Y el punto de no retorno se produce cuando el 1 de setiembre Ibarretxe anuncia la querella ante Estrasburgo. La idea apenas se había esbozado unos días antes en una reunión del lehendakari con el tripartito, pero todavía estaba sin valorar ni concretar debidamente cuando Ibarretxe la lanzó desde el palacio Miramar de Donostia. EA y EB se apresuraron a apoyar la iniciativa de una iniciativa ciudadana de denuncia. El PNV, mucho más comedido, dijo «hacerse eco» del llamamiento del lehendakari e invitó al resto de fuerzas a «compartir el análisis de la posibilidad de impulso y gestión de la Iniciativa Ciudadana en Defensa del Derecho a Decidir de los Ciudadanos Vascos» y «en su caso, el procedimiento y calendario a seguir».

Esta vez el PNV ya no iba a seguir al lehendakari. Iba a marcar su propio ritmo. Congeló la denuncia «contra el Reino de España» y la sustituyó por un simple manifiesto. Y Juan José Ibarretxe tuvo que tragarse el sapo de decir que «sin duda la reflexión de los partidos es mucho más acabada, en una reflexión estratégicamente absolutamente profunda». La denuncia ante el Tribunal de Estrasburgo todavía no se ha presentado y ya no será conjunta. EA registrará la suya el miércoles, mientras el PNV dice estar esperando informes de expertos sobre su viabilidad.

Ese mes de setiembre el EBB parece estar decidido a tomar el mando de la nave y Urkullu lanza un mensaje público a Ibarretxe. En diversas entrevistas, Urkullu venía mostrándose reticente a confirmar que Juan José Ibarretxe volvería a aspirar a la Lehendakaritza. Alegaba la necesidad de respetar los cauces internos, pero cuando está clara la continuidad del candidato no son necesarias ni las demoras ni tantas formalidades. Y el 16 de setiembre, en una conferencia ante empresarios y políticos, dijo que el PNV quería hablar con los representantes institucionales, entre ellos el lehendakari, para saber si «creen que pueden desarrollar proyectos sin estar condicionados por el pasado»; proyectos de futuro -recalcó- «en representación del PNV». Todos vieron en esas palabras un recado al lehendakari.

Todo hacía indicar que el PNV, a esas alturas, no tenía mejor candidato que Juan José Ibarretxe. Pero lo visto hace pensar que antes de proclamarlo -lo que hizo en el Alderdi Eguna del 28 de setiembre, saltándose ahora sí las formalidades- necesitaba atarlo en corto y debió de conseguirlo.

Las conclusiones del proceso «Think Gaur Euskadi 2020» y su eje central de Concierto Político son los instrumentos con los que la dirección del PNV pretende retomar el liderazgo estratégico. Y a ello está ayudando en buena manera que la coyuntura económica fuerce al lehendakari a incidir en su imagen de gestor que ofrece confianza.

La cuestión ahora, claro está, es hacia dónde conduce este cambio en el puente de mando del PNV. La sinceridad de Urkullu en la entrevista con María Antonia Iglesias marca el rumbo sin ninguna duda: hacia tratar de recuperar la relación normalizada con el PSOE y con el PP. El presidente del EBB recuerda que le dijo al presidente del Gobierno español, José Luis Rodríguez Zapatero, que más importante que su deseo de que el PNV ganara las elecciones era «¿y después qué... Y eso nos lleva a una política de Estado, porque hay una ruptura de puentes, una falta de relación y de compromisos y consecuencia de eso puede ser un problema de Estado, no un problema para el PNV, sino para el Estado».

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