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J. Ibarzabal Licenciado en Derecho y en Ciencias Económicas

Democracia fascista

Subordinar el sentido común y el derecho internacional a la razón del más fuerte, convertir la razón tecnológica hegemónica en la pauta de comportamiento de los estados fuertes, supone condenar a la humanidad a la barbarie, a la vuelta a un medievo tecnológico, que es donde estamos ahora metidos

El prestigioso director de cine vienés Fritz Lang, antes de su exilio a Francia (1933) y más tarde a EEUU, produjo en Alemania obras maestras dentro del expresionismo arquitectónico. Por dos de ellas «Metrópolis» y «Los Nibelungos», sentían especial predilección Hitler y su ministro de propaganda Goebbels. En «Los Nibelungos», los hunos son presentados como una raza inferior y cavernícola respecto a los arios, lo que agradaba profundamente a los dirigentes nazis.

En este contexto, Goebbels llama al director de cine a su despacho para ofrecerle un alto cargo, equivalente al de ministro de estudios cinematográficos alemanes. Se dice que Fritz Lang hizo referencia a su ascendencia judía (en principio, incompatible con el cargo que le ofrecían), y que Goebbels le replicó «quién es y quién no es judío lo decido yo».

En cualquier caso, las cosas no debían tener muy buena pinta, y Lang rompe con su mujer (Thea von Harbour, nazi cada vez más convencida) y pone pies en polvorosa, dentro de la desbandada general de actores y directores judíos.

Los países hegemónicos interpretan y aplican el derecho internacional con la misma prepotencia que Goebbels al determinar quién era o no judío. En la cúspide de la pirámide, «el uno», los EEUU, que proclaman con orgullo que «el derecho internacional soy yo». Vietnam, Panamá, Irak, Afganistán... son muestras de esa prepotencia, de la conculcación sistemática del derecho internacio- nal y de las Resoluciones de la ONU. Algo similar podemos decir de la Unión Europea, de Israel... países satélites de EEUU.

Hay múltiples ejemplos que lo demuestran. Concretamente, la actitud antidemocrática de Francia en Argelia, con su apoyo decisivo para arrebatar el triunfo electoral al Frente Islámico de Salvación (FIS), su colaboración en el genocidio de Ruanda, su modo de actuar en Euskal Herria. Algo parecido podemos decir del comportamiento antidemocrático español (Sahara, Euskal Herria...), del de Gran Bretaña...

En esta línea está la actitud reciente de la Unión Europea en el genocidio de Israel contra Palestina (Gaza). Reunión de los altos dignatarios europeos en Egipto con Israel para una declaración unilateral de alto el fuego, ninguneando totalmente a Hamas, representante democrático del pueblo palestino como lo atestiguan los resultados electorales. ¿Por qué ese «ninguneo»? ¿Por que son terroristas? ¿Y quién decide eso? Nosotros, los demócratas occidentales, que decidimos quién es y quién no es demócrata, quién es y quién no es terrorista. Implícitamente se quiere decir que el pueblo palestino no tiene capacidad para tomar decisiones de esa envergadura.

La reacción de Goebbels ante la ascendencia judía de Fritz Lang, que quizá ahora nos haga sonreír porque el paso del tiempo convierte lo trágico en anecdótico, es parecida a la forma de actuar de las potencias mundiales. Pero ahora la prepotencia para con Palestina no nos hace sonreír, nos pone la carne de gallina. Subordinar el sentido común y el derecho internacional a la razón del más fuerte, convertir la razón tecnológica-hegemónica en la pauta de comportamiento de los estados fuertes, supone condenar a la humanidad a la barbarie, a la vuelta a un medievo tecnológico, que es donde estamos ahora metidos.

Es el comportamiento típico de las democracias fascistas que imperan en los EEUU, en la Unión Europea... Es decir, cara al interior respetan los principios formales de la democracia, y cara al exterior aplican el totalitarismo fascista basado en el pragmatismo y en los intereses de los Estados imperialistas. La democracia en estos casos no es más que un velo que cubre el carácter fascista de sus acciones en el exterior.

En Euskal Herria son los Estados español y francés los que aplican directamente esta democracia fascista, e indirectamente con la ayuda de los colaboracionistas. Centrándonos en la Comunidad Autónoma Vasca, el silencio cómplice de Ibarretxe ante las ocho detenciones de las dinamizadoras y dinamizadores de la agrupación electoral D3M (desde aquí para todos un fuerte abrazo), el silencio en Estrasburgo de la presidenta del Parlamento de la CAV sobre la Ley de Partidos, el tratamiento informativo de EITB acerca de la izquierda abertzale... son muestras de su talante fascista y antidemocrático.

El proceso, tal como lo presenta la izquierda abertzale, es acumulativo e irreversible. Acumulativo, porque una vez más los fachas quedarán en ridículo en el recuento electoral del 1 de marzo, cuando la izquierda abertzale logre un nuevo triunfo político. Irreversible, porque los principios de la negociación encaminada al logro de una paz justa y al ejercicio del derecho de autodeterminación en Euskal Herria no tienen marcha atrás.

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