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Alizia Stürtze Historiadora

El PNV va a «sudar la camiseta»... ¿a favor de quién?

Apretarse el cinturón, arrimar el hombro... Mientras la banca les (y, sobre todo, nos) chulea con sus pingües beneficios, sus escandalosas comisiones y su negativa a «colaborar»; mientras, sin justificar, se recortan empleos por miles y nos amenazan con todo tipo de recortes de nuestros derechos laborales; mientras se sigue sin explicar dónde han ido a parar los enormes beneficios de los recientes años de bonanza empresarial... Mientras ocurre todo eso, nuestros insignes dirigentes siguen presentándonos la gravísima crisis actual como un castigo de Dios, como un Diluvio Universal, causado por los excesos y fraudes de algunos (de fuera, claro), que necesitan de purificación (lo que llaman refundación y/o moralización del capitalismo), y, faltaría más, de la imprescindible colaboración de la mayoría explotada que, impulsada por el «dinero barato», se ha visto inmersa en un consumo excesivo y en un endeudamiento que le han puesto la soga al cuello, además de hacerle erróneamente creerse perteneciente a la clase propietaria, y alienarse de su auténtica pertenencia: la clase trabajadora.

En esta dura situación y ante unas elecciones como las del 1 de marzo que le son vitales tanto al PNV como a toda su red clientelar y a los intereses económicos que representa, Ibarretxe, Urkullu y demás jeltzales mediáticos han decidido, una vez más, tirar de mensaje populista, y, en base a un «saber hacer», una integridad y una honestidad desmentidos en su práctica de estos últimos 30 años, anunciarnos a todas las víctimas y amenazados por la que ha venido y la que viene que, cual Noés del siglo XXI, están en mejor disposición que nadie para, al mando de ese arca ultracompetitiva de nombre «Think Gaur Euskadi 2020», conducirnos por las procelosas aguas de la crisis hacia un nuevo escenario de bienestar decidido, eso sí, «desde aquí». Para lo cual, ellos (¿o debería decir ellos/as?) y, desde una plataforma de apoyo a Ibarretxe presentada casualmente ayer mismo, están decididos a «sudar la camiseta», como dice estar el PP que, ante las próximas elecciones gallegas, ha hecho exactamente la misma promesa barata, derechosa y de bajísimo perfil democrático, en cuanto que busca pescar votos en el caladero del pánico a la precariedad, el paro y la pobreza... que ellos mismos han favorecido con su neoliberalismo y que van a seguir favoreciendo con la excusa de colocarse mejor, de «ser más competitivos» para cuando se supere la actual coyuntura económica. «Es necesario potenciar empresas de `high performance' (de alta rentabilidad)», nos dicen, mientras inauguran innovadores centros como el Nanogune. Toda esta fraseología, esa repetida idea de «aprovechar la crisis para convertir Euskadi en la economía del conocimiento más competitiva del mundo», en lenguaje marxista significa simple y llanamente la destrucción brutal de la capacidad de producción (¿vía guerra como en los años 30?), como única salida del capitalismo a la crisis de sobreproducción que viene padeciendo desde 1973 y que ahora le ha reventado en la cara con las «subprime» y demás productos financieros de pacotilla, la consiguiente quiebra de bancos y el descubrimiento del gigantesco fraude de Madoff.

Son muchos los medios especializados que reconocen que estamos ante la mayor burbuja financiera de la historia que ha contaminado a todo el sistema. Son ya numerosos los prestigiosos economistas y políticos (Obama incluido) que admiten la crisis profunda en la que se encuentra el capitalismo y que lo peor está aún por llegar. Los hay incluso, como la revista «Time» o el ministro de Finanzas alemán Peer Steinbrück, que, en la presente coyuntura, ven interesante el análisis de Marx sobre el capitalismo. Tras despojarlos de su parte revolucionaria (¡faltaría más!), consideran que los escritos marxistas contienen un incisivo diagnóstico de los problemas relacionados con el capitalismo actual y del papel del crédito en el capitalismo, aplicable a la crisis financiera a la que hoy se enfrenta el sistema y que debería obligar a una mayor transparencia y a una regulación estricta de los mercados capitalistas.

Todos estos analistas pasan por alto, claro está, aspectos básicos como que la crisis es inherente al propio sistema; que es el trabajo, y no el capital, el que produce riqueza; que la razón última de las crisis es la pobreza y limitación de consumo de las masas, es decir, la contradicción entre la capacidad de producción y el poder de compra de la población, cada vez más empobrecida: el capitalismo en busca siempre del máximo beneficio se ve obligado a matar a la gallina de los huevos de oro, que no es otra que el trabajador consumidor. Todos estos analistas omiten que la gravedad y características de la crisis han dejado patente que el sector bancario es demasiado importante para la economía como para seguirlo dejando en manos de quienes sólo tienen por objetivo la búsqueda obsesiva de la máxima ganancia... Pero, por lo menos, todos estos analistas desarrollan un cierto discurso explicativo.

El PNV no. En plena (pre)campaña electoral, los dirigentes jeltzales se limitan a explotar sistemáticamente el estado de miedo y desorientación de la clase trabajadora, sacudida por el shock de la crisis. Nada de responsabilidades, ni de dimisiones. Opacidad total sobre los miles de millones de dinero público invertidos por las diferentes instituciones en productos de alto riesgo financieros o inmobiliarios y que se han ido por el desagüe. Nula información sobre el escándalo de las multimillonarias pérdidas de los fondos de pensiones de multitud de trabajadores, invertidos sin su conocimiento en contaminadas hipotecas/bonos basura como los adquiridos, entre otros, por la Caja Laboral Popular al recientemente quebrado banco de inversión Lehman Brothers. Desinformación absoluta sobre su responsabilidad directa en el impacto que esta crisis estructural ha tenido y va a tener en la mayoría trabajadora vasca, ya que, desde el Gobierno y desde las diputaciones bajo su control, optaron por copiar el modelo de «crecimiento» yanqui que, burbuja tras burbuja (la penúltima fue el crack de Nasdaq de 2000), nos ha traído a esta situación de hegemonía del rentista y de la oligarquía financiera: reforma fiscal, prolongación del tiempo de trabajo y precarización del mismo, privatizaciones de la salud, la sanidad y la enseñanza, liberalización del mercado, desarrollo de la Bolsa, desregulación financiera, potenciación imparable de los fondos de inversión, los fondos de cobertura o «hedge funds», los «equity funds» privados, los fondos de pensiones...; adquisición de nuevos productos financieros más que dudosos y, a partir de un momento dado, excesivos estímulos al crédito y titulización de la deuda... Quedando, como ha quedado, patente y manifiesto que el sector financiero vive de la especulación, la fuga de capitales, el saqueo de las cajas públicas y el pillaje de nuestros ahorros, lo menos que podría hacer el PNV, si quisiera «sudar la camiseta» a favor de la mayoría, sería crear un verdadero banco público vasco, entre otras muchas medidas de corte social.

El problema es que el PNV, como partido burgués que es, va a «sudar la camiseta» a favor de otro equipo: el del gran capital. Con o sin plataforma «Hemen Ibarretxe» los problemas de corrupción y de incapacidad de autogobierno siguen en pié. A los trabajadores nos corresponde castigarles, negándoles nuestro voto y haciendo saltar con nuestra lucha la tapadera de esa olla social que quieren a toda costa mantener cerrada.

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