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DIARIO DE ALAVA Miguel Sánchez-Ostiz 2009/2/3

Esperanzas de Barack Obama

A Barack Obama se le atribuye la intención y el poder de acabar con la cárcel de Guantánamo y con las torturas como método coercitivo de interrogatorio, expresamente autorizadas por la administración Bush (...).

Al estar sustraído a la acción de los tribunales internacionales, ningún funcionario o mero ciudadano norteamericano, que actúe obedeciendo órdenes o de manera espontánea, podrá ser enjuiciado por esos hechos. (...)

La institucionalización de la tortura es, por contagio, un peligro para aquellos países en los que ésta está expresamente condenada, aunque más admitida in pectore de lo que parece. Se niega su existencia, pero se justifica su empleo en los casos de terrorismo y vidas humanas en peligro a los que se aplica una lógica diabólica. La tortura o su pariente los malos tratos sistemáticos. Es una cuestión de léxico más que otra cosa.

Se habla de Guantánamo y se olvida lo sucedido en Abu Ghraib. ¿Quién se acuerda de la cárcel de Abu Ghraib?

(...) Para un abogado como Vergès, experto él también en defender lo indefendible, hace tiempo que se ha sobrepasado la práctica de la tortura con objeto de obtener informaciones que permitan evitar la muerte de personas: «Cuando se amontonan a hombres desnudos unos sobre otros, hay una voluntad de envilecer al ser humano. El sexo se ha convertido en un arma de envilecimiento», dice, porque del envilecimiento se trata, de la admisión pasiva de éste, de la justificación plena del crimen de estado. Y ahí, la esperanza puesta en Obama resulta demasiado lírica, demasiado frágil, como si estuviera condenada de antemano al limbo de las buenas intenciones.

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