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«La Universidad da la marca»

Ricardo Feliú
Sociólogo de la UPNA y autor del estudio

Reconoce haber tenido más problemas de «sobreinformación» que de falta de información para realizar su tesis. Identificó primero a esa élite (114 ocupan sus puestos, aunque 90 la conforman realmente). Luego realizó entrevistas a muchos de sus miembros y puso en circulación un cuestionario que fue respondido por el 72% de los interpelados. Los nexos son abundantes, como si fuera una gran familia.

R.S. |

¿Qué es una élite de poder y cómo se hace?

Es algo que existe en todas las sociedades, y lo interesante es ver cómo cristalizan en ellas las características propias de esa sociedad. En Navarra la élite actual se forma en los años 80 y se va definiendo en los años 90. Comprende actitudes, pero también redes sociales informales. En Navarra, por ejemplo, es peculiar la idea de los «primos»: las relaciones familiares y matrimoniales son fundamentales.

¿Es una élite de clase alta?

No. En torno al 20% son hijos o hijas de altos funcionarios del régimen franquista, y hay un porcentaje muy pequeño de origen de clase trabajadora, pero la mayoría vienen de la clase media: comerciantes, profesionales liberales que trabajan a veces para la Diputación... Sin embargo, sus referencias sociales están siempre dirigidas a los niveles altos: a la buena sociedad. En los años 50 se produce el inicio de la industrialización y en esa Navarra se abre un nuevo espacio para los ascensos sociales, porque no existe el perfil de técnicos que se necesita. Entonces esas familias de clase media invierten mucho en educación de sus hijos e hijas. Y ahí entra en juego la Universidad de Navarra, como estructura básica para la conformación de esa élite. Da conocimientos, pero sobre todo da una marca y un conjunto de ideas y creencias. El desarrollismo franquista se difunde ahí. Participa decisivamente en el proceso de definición y actualización del «navarrismo».

¿Y la élite económica?

Hay unos trasvases claros desde ella hacia la élite política. Hay que ver una cosa: en Navarra tenemos multinacionales que no se relacionan con el territorio, que tienen una imbricación nula; luego están las PYMES, que como dice un amigo son «muchas y cabreadas»; el resultado es que hay pocas empresas navarras con fuerza. Los vínculos, por tanto, se establecen en las sociedades públicas, en las que no se sabe bien dónde empieza lo público y lo privado. Es como un monstruo sin control. La Diputación tiene centralidad económica, además de política y administrativa. En ese esquema no hay grandes propietarios, dominan los altos directivos.

¿La élite de poder es permeable o excluye siempre?

No es que sea algo estanco, pero para acceder hace falta demostrar capacidad y tener redes sociales que te coloquen ahí. En las élites siempre existe el concepto del «cierre social»: otra cosa es que sea más o menos perfecto. Pero si es muy cerrada, la élite siempre acabará chocando con el resto de la sociedad.

¿Ve ahora riesgo de fractura?

Diría que no. No veo fractura, pero sí ciertas tensiones sociales, porque a nadie se le escapa que hay una élite emergente que busca su sitio y choca con lo que hay. Es sabido que a veces hay que cambiar todo para que todo siga igual. Tampoco tenemos que olvidar el papel de «Diario de Navarra» a la hora de configurar lo correcto y lo incorrecto, lo que sale y lo que no sale. El «Diario» se configura como un comportamiento, algo que se compra junto al pan, un elemento no-reflexivo.

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