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Maite Ubiria Periodista

Guadalupe como contrapunto al giro social de Sarkozy

El presidente francés, Nicolas Sarkozy, tiene una pregunta para usted. «Alguien cree que mi trabajo es fácil?», nos cuestiona a través de la pequeña pantalla. El líder derechista hace un medido guiño de complicidad a la audiencia. Sin embargo, a estas alturas, esperar la solidaridad de las capas sociales más afectadas por la crisis financiera y el huracán de las reformas parece una broma, un sarcasmo que sólo añade dosis de acidez a una situación social de por sí muy indigesta.

En las calles de Guadalupe millares de ciudadanos se manifiestan en favor del poder adquisitivo: más salario, menos precariedad, precios sociales.

El presidente no dedica un minuto de su larga perorata a tratar la cuestión. Dieciocho días de huelgas, bloqueos, desabastecimientos... obligan a los altavoces de la metrópoli a negociar. Nula reseña. De las colonias Francia importa bananas y cacao, no modelos de respuesta social.

Como era de esperar, Sarkozy reparte más promesas que medidas con fecha fija y asignación presupuestaria. Ni subirá el salario mínimo, ni bajará las tasas más antisociales ni renunciará a suprimir puestos en la función pública. De Gran Bretaña, el líder de la UMP lo importa todo sobre la liberalización económica, pero no seguirá hoy a su homólogo de Downing Street en el camino de rebajar el IVA.

El príncipe del Elíseo espolvorea unas especias con aroma social en su discurso. Pero, a la hora de la verdad, sólo da a los que ya tienen. «¿Alguien cree que es fácil ser empresario?». Sarkozy no plantea esa pregunta, pero la contesta gratis: adiós a la tasa profesional de las empresas.

Los políticos locales se tientan el bolsillo. El alcalde de Angelu patina en el galimatías institucional y habla de subir sus impuestos para compensar la pérdida de ingresos. Al primer edil socialista le delatan las ganas. ¡Espabilado Espilondo!

De EEUU, Sarkozy importaría por toneladas el halo de esperanza que rodea a Obama, pero ni se le ocurre secundar su plan para recortar los excesivos ingresos de los altos ejecutivos. «Francia necesita buenos gestores», argumenta. Y cita a los sindicatos para el día 18. Los necesita para construir un «cordón sanitario» alrededor del movimiento social, para que Francia no baile al ritmo guadalupeño.

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