Martin Garitano Periodista
La fuerza y el derecho
No importa la absoluta falta de consistencia de los argumentos empleados por fiscales, abogados del Estado, jueces que ocupan m�s pantalla que todos los frikis de �Salsa Rosa� juntos o ministros de patibulario aspecto y dudoso proceder y procedencia. No importa que la sociedad vasca, en su inmensa mayor�a, tenga la convicci�n de que el parlamento que se elegir� el 1 de marzo no ser� m�s que un p�lido reflejo de lo que se entiende por una c�mara representativa de la voluntad popular (que, por sus acreditadas limitaciones de soberan�a tampoco alcanzar�a a serlo, a�n con la presencia de los independentistas). Menos a�n importa lo que digan observadores internacionales, comit�s de las Naciones Unidas o prestigiosos juristas de Estrasburgo. Nada de ello importa cuando los gobernantes espa�oles hacen suyo el pensamiento protofascista del ajusticiado Antonio C�novas del Castillo. Lo dijo bien claro y qued� grabado en el pensamiento profundo del r�gimen espa�ol. Hasta hoy: �Cuando la fuerza causa estado, la fuerza es el derecho�.
Esa es la clave de b�veda con la que soporta el Estado espa�ol el peso abrumador de la raz�n, el sentido com�n y la legitimidad. No busquen m�s argumentos ni repasen el c�mulo de insensateces que hemos o�do y le�do para justificar la segregaci�n pol�tica del independentismo.
No vale la pena argumentar que es un sinsentido alegar que la firma en pro de una plataforma electoral contamina a quien lo hace. Menos a�n defender que las ideas no contaminan. Lo que contamina es el amianto, la planta de coke o las incineradoras. Pero eso es harina de otro costal.
No merece la pena y, adem�s, nos conduce al callej�n sin salida que construy� C�novas, el pensador del imperio espa�ol. Con la fuerza construyeron su Estado y han hecho de su fuerza el derecho con que nos juzgan. Ni siquiera tratar� de ridiculizar al picapleitos que alega como prueba de �contaminaci�n� haber visitado a un preso hace veinte a�os. Yo lo har�a hoy mismo. Y, adem�s, lo visitar�a en el lugar, a la hora y en las condiciones que marca el propio Gobierno espa�ol. No merece la pena se�alar que la contaminaci�n alcanzar�a as� a la directora general de Instituciones Penitenciarias. Es en balde.
Si ellos se aferran al protofaccioso C�novas, yo me quedo con el librepensador Jean-Jacques Rousseau. Lo dijo alto y claro: �Convengamos, pues, que la fuerza no hace al derecho, y que no estamos obligados a obedecer m�s que a los poderes leg�timos�. Dicho queda.