Koldo LANDALUZE

Ni siquiera hoy en día resulta fácil analizar los sucesos que detonaron la «Operación Valkiria». Por mucho que se haya incidido en la máxima de que no todos los alemanes fueron nazis, cabe recordar que esta operación fallida se ejecutó tan solo nueve meses antes del suicidio de Hitler en el Führerbunker de Berlín; es decir, cuando el hundimiento del régimen estaba próximo y la élite militar de la Werhmach -que siempre miró por encima del hombro a las SS y al propio Hitler- fue plenamente consciente del caos que se avecinaba.

Por ese motivo, siempre generarán dudas acerca de los motivos reales que determinaron la ejecución de Führer por parte de los oficiales afines al general retirado Ludwig Beck -representante de los valores castrenses enraizados en la aristocracia prusiana- y en su brazo ejecutor, el laureado coronel Claus Von Stauffenberg. Teniendo en cuenta estos miembros históricos tan endebles, Bryan Singer se ha decantado por el thriller: la opción más coherente a la hora de plasmar en imágenes los intentos fallidos de atentar contra Hitler en su refugio de los Alpes bávaros, «El Berghof» y sus dramáticas consecuencias posteriores. Para tal fin, el autor de «sospechosos habituales» vuelve a hacer gala de un pulso envidiable a la hora de mantener la tensión en todo momento y teniendo en cuenta que el espectador sabe de antemano lo que ocurrirá al final de la película. El suspense y una puesta en escena cuidada y estudiada para que los actores se desenvuelvan con soltura, conforman las sólidas bases de este notable filme de intriga que tiene su baza principal en la sobresaliente interpretación coral de un reparto que en momento alguno chirría y en el que Cruise ha sabido colocarse a la par -y sin querer destacar mediante histrionismos innecesarios- de actores de la talla de Tom Wilkinson, Bill Nighy o Terence Stamp.

El resultado es un thriller de suspense que, más allá de su coartada histórica, se muestra muy bien planificado, interpretado y, sobre todo, entretenido.