Mikel Arizaleta
¡Y si tiene razón Xabier Silveira!
Yo también exclamé hace unos años ¡mecagüen la virgen! tras leer el libro de 158 páginas «Jungfrauengeburt. Die Geschichte von Maria und ihrem Sohn», del famoso exegeta protestante Gerd Lüdemann, uno de los grandes especialistas en los dos primeros siglos del cristianismo. Apoyado en numerosos pasajes de la literatura bíblica y judaica, este preclaro profesor de la Universidad de Gotinga, Lüdemann, sostiene que María habría sido violada, que Jesús sería fruto de una violación y no, como es natural, engendrado por Dios, más en concreto por el Espíritu Santo. Entre otras expresiones, la frase «éste no es el hijo de María» en el sentir de entonces indicaría violación y encerraría desprecio machista y social. Los hijos legítimos siempre eran hijos del padre. Y el teólogo Helmut Schütz va más lejos: pone nombre al violador. María habría sido violada por su padre y Jesús sería hijo de un incesto. Sostiene que la frase «Jesús fue engendrado por el Espíritu Santo y nació de la virgen María» no es una falsificación de la realidad histórica, sino «una explicación teológica de un hecho horrible, la violación, superado con el recurso y ayuda de Dios». Una serie de indicios, encontrados en el relato, le llevaría a este teólogo, estudioso del lenguaje de las mujeres violadas, a esta conclusión. Ante la idea de María, madre y virgen a la vez, transmitida por la Iglesia católica, no es difícil que una persona con cierta sensatez exclame: ¡mecagüen la virgen! Pero lo verdaderamente insensato en este caso es la postura del fiscal.