El afán periodístico de conseguir informaciones «exclusivas» facilitadas o contrastadas con «fuentes propias» siempre protegidas bajo el manto del secreto profesional y bla, bla, bla... lleva a algunas a hacer el ridículo más espantoso cuando la verdad se abre paso.

El sábado leía en «Diario de Noticias» y «Noticias de Gipuzkoa» una noticia un tanto sorprendente: «La aparición en distintos barrios de San Sebastián de carteles utilizados por la izquierda abertzale en anteriores comicios para pedir la abstención a su electorado generó ayer cierta confusión en torno a la opción por la que se decantará este sector político el 1 de marzo ante la previsible anulación de las candidaturas de D3M y Askatasuna. La media docena de carteles, que no iban firmados, aparecieron en el en el barrio del Antiguo de San Sebastián. En los carteles figura la palabra abstención y el lema Euskal Herria independentzia (Euskal Herria independencia). De todas maneras, según ha podido saber este periódico, hasta ayer el debate entre pedir el voto nulo o la abstención seguía abierto». Para mí que en ese periódico, simplemente, no se enteran de la misa la media. Lean lo que sigue.

Y es que el tribulete, atribulado por la confusión, corrió a informarse a sus fuentes dignas de todo crédito y analizó así el panorama: «De hecho, fuentes de la izquierda abertzale aseguraron a este periódico que desde la dirección no se ha adoptado ninguna decisión firme, por lo que la aparición ayer de carteles pidiendo la abstención podría interpretarse como una medida de presión sobre la corriente que dentro de la izquierda abertzale apuesta por el voto nulo y una jornada sin crispación, que es lo que conllevaría el boicot». Ya está, ya encontró la huella de la mano peluda.

Sucede, sin embargo, que los dichosos carteles corresponden a una campaña electoral anterior; que los empleados municipales retiraron los paneles en aquella ocasión y los acaban de colocar para la campaña que viene; que, no se sabe por qué, no los han blanqueado y siguen con los afiches de aquel tiempo. O sea, que la «medida de presión» habría que atribuirsela a Odón Elorza. ¡Esa sí que es buena!