Markos Nanklares y Carol Canto Miembros de la iniciativa Anitzak
Modelo D, la mejor opción
¿Qué va a ocurrir con estos chavales y chavalas cuando, dentro de unos años, tengan que acceder al mercado laboral en inferioridad de condiciones por desconocer el uso del euskera, en una sociedad donde, previsiblemente, dicho conocimiento sea un requisito imprescindible para optar a un gran número de puestos de trabajo?
Como todos los años por estas fechas, a madres y padres nos toca tomar la difícil decisión de en qué escuela matricular a nuestras hijas e hijos. Ante este periodo de prematriculación, a Anitzak, iniciativa formada por personas venidas desde distintos lugares de fuera de Euskal Herria, nos gustaría hacer las siguientes reflexiones.
Primeramente, quisiéramos expresar nuestra crítica al diseño de modelos lingüísticos actualmente en vigor en Hego Euskal Herria. En Anitzak se nos hace difícil comprender cómo un sistema educativo que se tiene así mismo por progresista, democrático e inclusivo, puede mantener una oferta escolar segregadora y discriminatoria, basada en la división por modelos lingüísticos (D, B, A y, en Nafarroa, también el G, que no incluye el euskera ni tan siquiera como asignatura). División ésta que, entre otras cosas, ha contribuido a crear realidades nada deseables dentro del actual mapa escolar. A los miembros de Anitzak nos gustaría que alguien nos explicara cuáles son los criterios pedagógicos que justifican esta división, aunque mucho nos tememos que las verdaderas razones para mantener los modelos lingüísticos actuales están muy alejadas de los intereses educativos de nuestras hijas e hijos.
En relación con este tema, hace pocos meses hemos tenido noticia, a través de la prensa, de la creación de una supuesta plataforma de padres y madres que defendía el derecho de escolarizar a sus hijos e hijas en su lengua materna, en este caso el castellano. En Anitzak nos preguntamos si esta plataforma hace extensiva esta reivindicación para todas aquellas personas que vivimos en Euskal Herria y, por lo tanto, también nos sentimos ciudadanos y ciudadanas de este país, pero cuya lengua de origen no es el castellano. ¿También van a defender de la misma manera y con igual vehemencia el derecho de estos padres y madres, pertenecientes a comunidades de origen árabe, rumano, gallego, portugués... a escolarizar a sus criaturas en su lengua materna?
Evidentemente, estamos de acuerdo en que lo ideal sería que nuestras hijas e hijos pudieran mantener su escolarización en su lengua materna, tal y como recomiendan organismos como Naciones Unidas, pero también somos conscientes de que, en la actualidad, es tal la diversidad del alumnado y de lenguas, que ello imposibilita dicha opción. Por un lado porque, para poder hacerlo (aunque sólo fuera atendiendo a las comunidades lingüísticas más numerosas), sería tal la cantidad de recursos, tanto humanos como económicos, necesarios que, en la práctica, sería completamente inviable. Por otro, tal y como ya hemos señalado anteriormente, incluso en el supuesto de que se pudiera disponer de tales recursos, la organización de los centros educativos en función de las lenguas nos conduciría sin remisión al establecimiento de un sistema educativo claramente segregador, algo poco recomendable y de lo que la historia más reciente ya nos ha dejado varios ejemplos a nivel mundial. A fin de cuentas, si nuestra pretensión es la de convivir juntos, lógico parece también que nuestras hijas e hijos estudien juntos.
Por tanto, la decisión de que alumnado de diferentes lenguas y orígenes estudien juntos nos obliga a tener que decidir cuál ha de ser la lengua vehicular de nuestras escuelas. Esto nos lleva a reparar, sin entrar en otro tipo de consideraciones, en lo que, a nuestro entender, es otro de los principios fundamentales que todo sistema educativo debiera garantizar. Nos referimos al principio de igualdad de oportunidades. Según dicho principio, la escuela ha de garantizar las mismas oportunidades a todo el alumnado al final de la etapa de educación obligatoria. Un sistema educativo que favorece que al final de dicha etapa, una parte de su alumnado sea competente en las dos lenguas oficiales de este territorio, mientras que otra parte sólo lo es en una de ellas, es un sistema educativo que claramente incumple este principio. De cara al futuro, y no sólo en el ámbito laboral, sino también en el de las relaciones personales, el de la integración y el de la inserción en la sociedad ¿qué alumno tendrá más oportunidades, aquel que sólo hable castellano o aquel que, además del castellano, también sea perfectamente capaz de comunicarse y expresarse en euskera?
Hoy por hoy, el único modelo lingüístico que garantiza la competencia en ambas lenguas es el modelo D, ya que ha quedado más que demostrado que el resto de modelos han fracasado completamente en dicho objetivo. Si atendemos a los datos, en el curso 2007-2008, en la CAV, el 81% del alumnado estaba matriculado en modelos donde el euskera era la lengua vehicular en la mayoría de las asignaturas (23,2% modelo B y 56,1% modelo D), siendo este dato del 93,5 % para el tramo 3-5 años). Sin embargo, la proporción de hijos e hijas de personas migrantes venidas de fuera del estado español (sobre todo extracomunitarias) era del 45% en el modelo A, el 27,8% en el B y, tan sólo, del 26,6% en el modelo D. En el caso de Nafarroa esta proporción era aún más sangrante, con el 99% de estos niños y niñas matriculadas en el modelo G, donde, como ya sabemos, el euskera no tiene presencia ni tan siquiera como asignatura.
Ante esta realidad, Anitzak se pregunta lo siguiente: ¿Por qué lo que las familias vascas autóctonas y aquellas que, aún habiendo venido de fuera (en su gran mayoría de distintos pueblos y territorios del Estado español), llevan más años en Euskal Herria y, por consiguiente, conocen mejor la realidad de este país, consideran mejor para sus hijos e hijas, resulta no ser igual de bueno para el resto de las familias que vienen de fuera? ¿Qué tipo de información reciben y quién la está facilitando para que, mayoritariamente, opten por el modelo A? ¿Qué va a ocurrir con estos chavales y chavalas cuando, dentro de unos años, tengan que acceder al mercado laboral en inferioridad de condiciones por desconocer el uso del euskera, en una sociedad donde, previsiblemente, dicho conocimiento sea un requisito imprescindible para optar a un gran número de puestos de trabajo? ¿Quién se va a responsabilizar de todos los perjuicios que este desconocimiento, a nivel social y laboral, les pueda generar?
La excusa de que estas familias sólo están de paso y que en poco tiempo, siguiendo su proyecto migratorio, van a abandonar Euskal Herria y que, por tanto, el euskera no les vale para nada no es válida. La experiencia revela que muchas de las personas migrantes, llegadas con la intención de quedarse sólo por un corto periodo de tiempo, acabamos estableciéndonos definitivamente en los países de acogida. Si valoramos los pros y los contras, seguramente sea mejor pasar unos meses aprendiendo una lengua, aunque luego no se llegue a usar nunca, que acabar creciendo y quedándose en un lugar del cual desconoces el idioma. Si nos preocupáramos de todos los contenidos que se aprenden en la escuela y que luego carecen de utilidad o jamás son utilizados en la vida real, tendríamos que hacer una relectura muy crítica del actual currículum escolar.
Es por esto que, desde Anitzak, os animamos a matricular a vuestras hijas e hijos en el modelo D, ya que este es el mejor modo de garantizarles un futuro en igualdad de condiciones con el resto. La adquisición de segundas lenguas es relativamente sencilla en estas edades y, nuestros hijos e hijas pueden aprender hasta tres y cuatro lenguas a la vez, sin que esto suponga ningún handicap ni para su desarrollo cognitivo ni para su formación, tal y como reconocen las actuales teorías sicolingüísticas. Igualmente, también queremos recomendar vivamente el uso de nuestras lenguas de origen en el ámbito familiar. Esta es la mejor manera de contribuir y ayudar a nuestros hijos e hijas en este proceso de adquisición y aprendizaje de otras lenguas, pues, cuanto mayor sea el dominio de la lengua materna, más fácil les resultara aprender las demás.
En cualquier caso, y para finalizar, nos gustaría expresar nuestro deseo de que, en un futuro cercano, entre todas y todos seamos capaces de superar la actual oferta de modelos lingüísticos, y crear una verdadera escuela inclusiva y participativa, donde, además del euskera, como lengua propia y común a todo el territorio de Euskal Herria, el resto de lenguas y culturas que hoy conviven en este país, no sólo el francés y el castellano (cuya situación hegemónica garantiza su presencia, su transmisión y su prestigio social), sino también aquellas otras, como puedan ser el árabe, el gallego, el tamasigh, el quechua, el rumano, el wolof, el urdu y otro largo etc. más, tengan el espacio, el tratamiento y la valoración que se merecen, como forma de prestigiar lo propio y de favorecer y reforzar la autoestima y la confianza de todas y todos las y los alumnos, independientemente de cuál sea el origen de sus familias. Una escuela donde, por ejemplo, a la actual oferta de inglés o alemán como lenguas extranjeras, también podamos sumarle en nuestro currículo la enseñanza de las lenguas de aquellas comunidades más referenciales o numerosas de nuestros pueblos y ciudades, dirigiendo dicha oferta a al totalidad del alumnado y no sólo a los pertenecientes a dichas comunidades, como una forma más de facilitar el conocimiento, y el reconocimiento, de las demás personas que conviven en nuestra sociedad.