CRíTICA música clásica

Sonido goloso

Montserrat AUZMENDI

La Sinfónica de Baden-Baden y Freiburg nos dejó un muy buen sabor de boca en las dos sesiones que protagonizó durante la última edición de la Quincena Musical y, del mismo modo, el pasado viernes en el Kursaal quedó claro que es una de las grandes orquestas europeas, dotada de un sonido de especial redondez y voluptuosidad. Nos ofreció un programa compuesto por tres obras de estilos radicalmente opuestos, y contaron con la presencia de las eternas rebeldes hermanas Labèque como solistas a dos pianos. La primera obra que interpretaron, “Blumine”, de Gustav Mahler, fue una estupenda ocasión para comprobar ese sonido excepcional de los metales de esta agrupación, y también de las maderas. Escuchamos solos de trompeta y de oboe realmente deliciosos. Llamó la atención el ritmo algo estancado con que la orquesta abordó la obra, fruto de la dirección pausada de Michael Gielen. Nada que ver con el ímpetu con el que Sylvain Cambreling llevaba en volandas a la misma agrupación el pasado verano. Después llegaron las Labèque para embrujar con su buen hacer a todo el auditorio. El “Concierto para dos pianos y gran orquesta” de Luciano Berio contó con una interpretación muy elaborada por parte de las solistas. Subrayaron el elemento inquietante de la obra con contrastes bien marcados y con una precisión rítmica excelente. Desde la parte introductoria hasta la parte final, en la que también es el piano el único protagonista, tanto solistas como orquesta supieron llevar equilibradamente la progresión musical hasta el clímax, para luego hacerla descender a momentos reflexivos. Para romper el misterio, Katia y Marielle Labèque ofrecieron como bis una graciosa “Polka” de Adolfo Berio, abuelo de Luciano. En la segunda parte del concierto interpretaron la “Sinfonía nº 1” en do menor, de Antón Bruckner, que discurrió de forma pausada y sin sobresaltos, pero con la calidad que cabía esperar. Como propina, ofrecieron un fragmento de “Lohengrin” de Wagner.