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Las desigualdades de Bombay vistas por un inglés

«Slumdog Millionaire»

«Slumdog Millionaire» lleva una imparable carrera de premios que ha culminado con el triunfo en los Globos de Oro, los Bafta del cine inglés y las diez nominaciones a los Óscar. Mientras esto sucede en Occidente, en la India se organizan protestas callejeras contra una película extranjera que consideran ofensiva por la visión que da del chabolismo.

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Mikel INSAUSTI | DONOSTIA

Cada vez tengo más claro que las películas de Bollywood nunca serán distribuidas con normalidad en el mercado occidental, por tratarse de un cine que está arraigado en la cultura de la India y que pertenece por entero a unos gustos que no encajan con los de nuestra actual sociedad de consumo, al resultar de una mezcla entre lo viejo y lo nuevo que surge de la influencia colonial sobre las tradiciones de un país milenario.

De esta forma, lo que en la India es un espectáculo de masas en Occidente sólo gusta a una minoría cinéfila, debido a que únicamente se puede conectar con ese tipo de largometrajes de alrededor de tres y cuatro horas, repletos de números musicales, a través de una pasión común por el cine en su dimensión más desproporcionada. La penetración de la estética de Bollywood se ha visto relegada en nuestros medios de difusión al empleo de coreografías sueltas con fines publicitarios, imitando bailes y vestuario, dentro de un exotismo meramente comercial.

De dicha situación basada en insuficientes aproximaciones superficiales se desprende el éxito de películas como «Slumdog Millionaire», en cuanto producciones anglosajonas que traducen a la mentalidad del público occidental todo aquello que viene reflejando para los suyos la industria de cine india. Que no hay que olvidar que es la mayor del mundo, puesto que supone una opción de entretenimiento al alcance de una población de más de mil millones de habitantes, para los que se hacen cerca de mil películas al año. Sólo la producción local de Bombay, que es la ciudad de la que se deriva el termino Bollywood, se producen 250 películas anuales para sus más de veinte millones de habitantes, siendo luego traducidas al resto de las lenguas del país. La realidad de la India es muy compleja y sus relaciones internacionales dan lugar a no pocos conflictos, comprobables a partir de los fuertes contrastes que se dan en una ciudad como Bombay, donde el progreso y la miseria conviven puerta con puerta.

Todo ello sirve para explicar el caso de «Slumdog Millionaire», una película que es rechazada en la India mientras en Occidente es multipremiada y acumula seguidores. En las calles de Bombay las manifestaciones en contra de la realización de Danny Boyle se suceden, porque consideran ofensivo el tratamiento que ofrece de la pobreza en sus calles. Lo que más ha molestado es la palabra compuesta slumdog, que podría traducirse como «perro de chabola». Ha sido tomada en un sentido despectivo hacia la realidad del chabolismo, en función de un argumento que parece decir que la única manera de escapar a tan masificada marginación social es ganar un concurso televisivo o esperar a que toque la lotería.

Rápidas transiciones

El cineasta de Manchester es muy dado a jugar con conceptos maniqueos, y le encanta el impacto visual de las rápidas transiciones en las que se pasa de la pobreza a la riqueza como en un cuento de hadas acelerado a ritmo de videoclip de la MTV. Así, «Slumdog Millionaire» comienza con un estilo documental agresivo sobre el hacinamiento en las chabolas de los suburbios al estilo impuesto por Fernando Meirelles con «Ciudad de Dios», para concluir con un romántico y acaramelado final feliz, que le permite introducir en la populosa estación de tren el obligado número musical de despedida a lo Bollywood.

Grandes beneficios

El recorrido de «Slumdog Millionaire» es el de la típica película pequeña que se hace grande, reportando unos beneficios muy superiores a los de su módico coste. Solamente requirió una inversión de quince millones de euros, que ya ha triplicado en taquilla, cuando todavía no se ha estrenado en muchos países. Lo mismo ocurre con su imparable carrera de premios, con un comportamiento parecido al de una bola de nieve que va creciendo ladera abajo. Se empieza por premios de poca importancia, hasta que el efecto imán lleva a otros más influyentes, y así sucesivamente.

Es posible que ya haya alcanzado su punto álgido con el triunfo en los Globos de Oro, en los premios Bafta de la industria inglesa y la diez nominaciones a los Óscar. En cualquier caso es un techo muy elevado, lo que condiciona bastante a la crítica en sus opiniones. La mayoría de las críticas la califican de maravilla, de fábula llena de magia, pero incurriendo en claras contradicciones, porque a la hora de exponer los defectos resultan excesivos para una obra tan premiada. Esto no es nuevo, teniendo en cuenta que toda la irregular filmografía de Danny Boyle arrastra ese sino contradictorio.

El creador de «Trainspotting» ha colaborado por primera vez con el reputado guionista Simon Beaufoy, representativo de la comedia social inglesa a raíz del éxito de «Full Monty». Esto supone una nueva variante en su a veces desconcertante evolución, al verse obligado a viajar a la India e incursionar en un material del todo ajeno, extraído de una novela del escritor indio Vikas Swarup. La adaptación obligó a Beaufoy a mezclarse con los niños de las calles de Bombay y a intentar conocer su modo de vida, descubriendo la alegría y energía que desprende en su particular lucha por la supervivencia. De este modo pudo imaginarse a uno de ellos concursando en el programa televisivo «¿Quieres ser millonario?», sin que la anécdota le resultase improbable.

Entender el universo indio

Aunque Danny Boyle aterrizó en Bombay con buena parte del trabajo previo hecho, no iba a ser capaz de enfrentarse en solitario a un universo tan difícil de comprender para un extranjero. Loveleen Tandan fue su guía local, aunque en primera instancia iba a ser simplemente la traductora e intermediaria para encargarse del casting. Ella le hizo ver que muchos de esos chicos y chicas de la calle únicamente podían expresarse de forma natural en hindi, por lo que acabó siendo la directora de reparto en dicho idioma, además de ocuparse de la segunda unidad, ya que va para realizadora. Al final una tercera parte de «Slumdog Millionaire» fue rodada en hindi, si bien Danny Boyle tuvo que ocultar a los dirigentes de Warner ese extremo, tranquilizándoles y haciéndoles ver que ocuparía una mínima proporción, necesaria para dar credibilidad a las localizaciones de la película.

Otro de los elementos que conectan «Slumdog Millionaire» con la vorágine humana de Bombay el cine de Bollywood es su banda sonora, compuesta e interpretada por A. R. Rahman, el número uno en la industria local, pero que nunca había participado en una producción occidental. La música es constante en la película, que dura dos horas, algo para lo que el público de fuera de la India no está preparado. No obstante, Danny Boyle la lleva a su terreno estilístico, en aras de conseguir un montaje nervioso. Con el colorismo de la fotografía de Anthony Dod Mantel sucede otro tanto, pues tuvo que inspirarse en películas rodadas en Bombay por cineastas autóctonos como Ram Gopal Varma, autor de «Satya» y «Company».

Nada menos que diez nominaciones a los Óscar

Para muchos «Slumdog Millionaire» es la máxima favorita de los Óscar, al contrario de quienes opinamos que la triunfadora será «El curioso caso de Benjamin Button». Como en la anterior edición el cine independiente se repartió las estatuillas no faltan los que piensan que va a pasar algo similar con la realización de Danny Boyle. Parte en desventaja al no optar a ningún premio de interpretación, lo que puede desviar sus opciones hacia las categorías de orden técnico, como el sonido o la mezcla de sonido, aumentando de paso las posibilidades de la banda sonora y las dos canciones de A.R. Rahman. M. I.

INESPERADO

Cuando un joven pobre va al concurso «¿Quieres ser millonario?» y acierta las respuestas levanta todo tipo de sospechas. Antes de que pueda responder a la última pregunta, aparece la policía y lo detiene para interrogarle.

RODAR EN «HINDI»

Loveleen Tandan, que un principio iba a ser la traductora, le dijo a Boyle que los niños y niñas de Bombay sólo podían ser naturales hablando en «hindi». Al final, la tercera parte del film está rodado así, hecho que Boyle tuvo que ocultar a la Warner.

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