Hugo Chávez va a tener las mismas oportunidades que José Luis Rodríguez Zapatero, Juan José Ibarretxe, Esperanza Aguirre o su pariente Manuel Chávez para perpetuarse en el poder. Solamente debe ir ganando las elecciones que se vayan convocando y así podrá ir renovando el mandato. Es lo que sucede en casi toda Europa, y a nadie se le ocurre lanzar la sarta de improperios, maldades, insultos y sandeces que están coreando todos los supuestos demócratas que no acaban de asimilar que las elecciones se ganan con muchas presiones mediáticas, en Venezuela, en el sudeste asiático o en la península ibérica. ¿O acaso estamos en Euskal Herria ante unas elecciones libres, normales, con todas las opciones ideológicas con posibilidades de acceder al poder? Pues eso.

Lo cierto es que cuando se está en campaña electoral da gusto ver algunas televisiones. Unas tienen tanto descaro que no se cortan ni un pelín para ir machaconamente defendiendo la oferta que más apoyan, pero otras cadenas intentan hacerse las equidistantes y como no hay ninguna cadena que no deba favores a alguien, entonces es cuando se montan unos líos tremendos y no saben cómo hacer para que parezca que hacen una cosa y su contraria a la vez. Y las de sustentación económica pública que deben cumplir las ordenanzas oficiales de las Juntas Electorales, con su minutado, su canesú, su orden proporcional y sus fantasías.

La tele en campaña recurre a todos los trucos. Se nos intenta hacer creer que estamos ante un avance tecnológico y lo que podemos ver y escuchar, lo cierto es que no aporta casi nada nuevo. El diseño de los espacios es bastante de catálogo, las frases que pronuncian y repiten para los titulares vienen de los manuales y de las copias al obamismo más pragmático.

Con una propuesta uniformada de baja intensidad informativa, en las generalistas estatales compensando en los dos focos electorales, las locales todavía más colocadas en sus barricadas económico-políticas, transcurre una campaña cínica, que intentan animarla con unos leves insultos o unas descalificaciones. Escurren el bulto sobre lo sustancial. ¿Vendrán observadores extranjeros para certificar la falta de libertad democrática?