Las matemáticas penales impuestas por el Estado español servirán para restar legitimidad al Parlamento de Gasteiz. Y no será porque lo proclame así la izquierda abertzale, sino porque así lo entiende cualquiera que sepa un poco de número y un mucho de lo que es la vida. Lo que queda por ver es si esa deslegitimación se extiende a los cuervos que planean en busca de restos que sumar a su cifra de escaños anterior. Algunos de ellos podrían incluso multiplicarlos. ¡La cuadratura del círculo! Esto sí que es I+D+I, siempre que la ecuación se lea como «ilegalización+democracia+ilegalización» y se tenga claro que su resultado no puede ser otro que la P de pucherazo. Aquí no cabe el principio de incertidumbre ni la física cuántica, como tampoco caben las mínimas garantías democráticas para llevar adelante una campaña electoral sin tanto caradura. Y me llevo una.

Como si nunca hubieran pasado de la tabla del uno, ahí andan todo el día unos y otros intentando sumar 38. No es que les falten dedos; es que no saben con quién contarlos: «Contigo me salen 36 y con el otro me paso 10». En lo que todos se han puesto de acuerdo es en que restando 9 a 75 les siguen quedando 75. Quítate tú que me pongo yo. Y me llevo dos.

De modo que la aritmética hispana hace posible que quienes profundizan en la división de la sociedad vasca sumen más; que quienes eliminan de las urnas a una parte de la ciudadanía vean aumentar sus porcentajes de votos; que quienes no quieren sumar fuerzas hacia la soberanía sean premiados con un doctorado en Lehendakaritza; y que quienes se sientan en un estrecho escaño a esperar que lleguen tiempos mejores puedan disfrutar de un cómodo sofá sin mover un dedo. El mundo del revés. Y me llevo tres.

Es fácil, es muy fácil, restar cuando se detenta el poder y se utiliza la fuerza sin reparos. Lo saben en La Moncloa y en Sabin Etxea. Y lo sabemos los demás -que somos más- aunque hagamos como que no nos enteramos. Tan difícil es sumar que ya he perdido la cuenta. ¿Me llevaba cuatro o cincuenta?