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Hace falta algo más que fiscalizar a Obama

Barack Obama ha cumplido un mes de mandato y ya se evidencian algunos de los límites que tendrán sus políticas. Las virtudes y los vicios de la política norteamericana eran de sobra conocidos de antemano y no parece que Obama se vaya a poder abstraer de esos elementos, que en algunos casos son innatos a la historia de los Estados Unidos. No obstante, habrá quien piense que Obama ya ha incumplido alguna de las expectativas creadas. Quizá sea porque esas expectativas no eran realistas. Es evidente que quien creyera que Obama iba a liderar una revolución, tanto a escala nacional como planetaria, bien puede empezar ya a pedir su dimisión. Por otro lado, quien pretenda fiscalizar las promesas de Obama puede acceder a www.politifact.com, donde aparecen recogidas 500 promesas electorales y su grado de cumplimiento.

De todos modos, más allá de fiscalizar la política de Obama, quienes aspiran a cambios sustanciales tanto en la política mundial como en sus respectivos países a corto o medio plazo deberían también pensar en la manera en la que se pueden influenciar, condicionar, cambiar o incluso abortar algunos de sus planteamientos. También sería necesario establecer, siquiera tentativamente, unas prioridades. En principio, fuera de esas prioridades quedarían los asuntos relativos única y exclusivamente a la política interna de EEUU. Respecto a la política exterior, una de las prioridades podría ser plantear cuáles deberían ser los ejes que tomen el relevo a la «guerra contra el terror». En el caso de los pueblos que viven conflictos como el vasco, una de las opciones sería «promover» una política exterior basada en la resolución en vez de en la legitimación de la vulneración de derechos individuales y colectivos.

En el caso vasco, fuera de este esquema quedarían evidentemente quienes creen que ya ni los americanos pueden salvar la legítima causa vasca (como defendían los jelkides y rezaba la famosa canción «Kennedy gure laguna zen»), pero también quienes crean que la causa vasca es tan legítima que no debe «ensuciarse» con ayudas tan bastardas como las de los Estados Unidos.

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