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Maite SOROA | msoroa@gara.net

Enaltecimiento del mazazo

He decidido archivar con celo las cosas que se escriben estos días en relación al macero de Lazkao. Ocasión habrá, sin duda, para esgrimir los mismos argumentos en otras circunstancias.

No resulta increíble la impunidad con que se hace apología de la violencia cuando ésta tiene un signo determinado, pero es bueno anotarlo todo con letra clarita. Ayer, en «La Razón», José Antonio Vera volvía ala carga con el manido argumento de los «exiliados» para ensalzar al macero: «Muchos callan ante las agresiones, se aguantan y, llegado el momento, cuando ya no pueden más, deciden abandonar su lugar de residencia y hasta Euskadi. En esa situación hay ya alrededor de trescientas mil personas, vascos de nacimiento que no pudieron soportar la presión en la calle o en el trabajo, el seguimiento de sus actos y la persecución de sus familias. Pocos son los que reaccionan como Emilio Gutiérrez. En realidad, ninguno. Nadie quiere líos ni por supuesto retratarse, y menos obligarse de por vida a abandonar el lugar en el que vive o tiene sus amistades». La semana pasada decían que eran doscientos mil. En una semana se han inventado otros cien mil. ¡Qué frenesí!

En el mismo rotativo, Cecilia García no disimulaba: «Nos cae muy bien, incluso le admiramos, le adornamos con calificativos como `héroe' o `justiciero'», y exigía que alguien se dedique a «arroparle, por lo que tiene ahora de desarraigado». Anoten lo escrito.

Juan Carlos Girauta, en «Libertad Digital» también alzaba su voz amiga para exigir que al macero «se le proteja de quienes se disponen a lincharle, de quienes ya le están linchando». Curioso, ¿verdad?

Y el inefable Agapito Maestre, también en el medio de Jiménez Losantos, exhibía argumentos casi metafísicos: «Es muy lamentable que la condición humana lleve una vez a este tipo de violencia liberadora, casi creadora, como ha sido la utilizada por Emilio Gutierrez, pero es innegable, como ha mostrado Ortega, que ella significa el mayor homenaje a la razón y la justicia». Y, al final, la guinda: «He ahí la gran muestra de civilización impresa en la violencia del amigo de Lazcano». ¡Chúpate ésa!

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