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Floren Aoiz www.elomendia.com

... y con el mazo dando

Desde el punto de vista de la clase política hay una violencia comprensible. Algo que sin duda estará muy presente en todos los debates sobre la violencia que se produzcan en el futuro

Ojo por ojo, diente por diente. El vengador solitario. El «héroe de Lazcano». Una sociedad harta, un ciudadano anónimo que representa la rabia de la mayoría. Un arrebato comprendido por todos los que te linchan por no condenar los atentados de ETA. La miseria de una clase política desnuda con sus hipocresías al aire, retratada en su comprensión de la violencia, esa violencia que un día sí y otro también dicen rechazar de plano, en todas las circunstancias. La violencia que nunca es justificable es comprensible si se practica contra la izquierda abertzale. Ya lo sabíamos, era evidente, por eso algunos montaron los GAL y otros les guardaban los maletines comprometedores. Por eso se indulta a los torturadores, se mantiene la incomunicación denunciada hasta por la ONU, se trata con crueldad a las personas encarceladas. Pero la clave del timo es que no se reconozca. Los «pacifistas» no pueden aparecer ante la sociedad avalando la violencia, porque todo el montaje cae por su propio peso.

En Lazkao los manuales han fallado. Se han salido del guión, movidos por la simpatía que les ha inspirado el del mazo. Ocurre a veces que quien cree tener control absoluto sobre todo se pierde en la bruma de su arrogancia. Por más que los papeles hayan sido ensayados una y otra vez, la cabra tira al monte: a la clase política le parece genial que el individuo de marras se haya sumado a la cruzada contra la izquierda abertzale. Y no han sido capaces de disimularlo. Pese a estar en plena campaña electoral.

En realidad, los mazazos del «héroe» eran golpes demoledores contra la credibilidad de una clase política incapaz de disimular su satisfacción. Cada mazazo destrozaba un poco más la imagen de Patxi López, Ibarretxe y todos los demás, tan sensibles ellos, tan comprensivos. El tipo fue a cargarse la Herriko y se ha cargado el decorado con el que los defensores de la violencia del estado se disfrazaban de enemigos de todas las violencias. Cuanto más arropaban al agresor, más evidente resultaba la endeblez del discurso con el que se quiere justificar la violación de los derechos políticos de decenas de miles de personas. Que es el discurso con el que se apuntala la negativa a permitir que este país sea lo que quiera ser.

Pacifismo de mazo, de ojo por ojo y diente por diente, de aplauso a la violencia. Políticos que no dudan en mostrarse condescendientes con el agresor, con el que se concentraron en Lazkao poco antes del ataque. Los «demócratas» entendiendo, comprendiendo, explicando, contextualizando un acto de violencia, una explosión de ira, pura brutalidad. En la famosa raya entre demócratas y violentos, ¿dónde ponemos al «héore»? ¿Y a los que han salido en su defensa?

Desde el punto de vista de la clase política hay una violencia comprensible. Algo que sin duda estará muy presente en todos los debates sobre la violencia que se produzcan en el futuro.

La palabrita mágica, «condena», no encajaba, según parece, con los mazazos de Lazkao. Para esos hechos han dictado nueva consigna: comprensión. No es el camino, no debe hacerse, pero lo entendemos. Probad a decir eso de un bombazo de ETA y veréis dónde termináis.

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