El auditorio del museo Guggenheim fue el escenario elegido para la actuación de una de las vocalistas francesas más aplaudidas del momento.

Mina Agossi se mostró como una consumada show-woman y supo compensar, gracias a su desenfadada interacción con el público, las carencias que se aprecian en casi todos sus discos, algo monocordes y previsibles a pesar del rupturismo estético y la voluntad de estilo de que a menudo hacen gala.

La Agossi ofreció su característico repertorio ecléctico conformado por standards deconstruidos, blues y temas de su cosecha, a medio camino entre el pop y un jazz nada ortodoxo, que mezcla con formas de scat poco convencionales y eventuales recitaciones. Repertorio a la medida para satisfacer a un amplio público, salpimentado, además, con una abundante interacción con sus músicos, tan proclives a la teatralidad como la propia líder. Fue un recital divertido y bastante más estimulante de lo que esperábamos, aunque la autenticidad y el genuino swing de una verdadera cantante de jazz fueran ajenos al espectáculo.

Todavía nos dio tiempo esa noche de asistir al primer pase del cuarteto de José Luis Canal en el BJC, en lo que suponía su vuelta al club tras el último emocionante concierto con que nos deleitó hace tres años, junto al ya desaparecido maestro de bateristas Peer Wiboris. En esta ocasión, eran el veterano y concienzudo Tato Gracia, al contrabajo, y el prometedor Juanma Urriza, a la batería, quienes le acompañaban, teniendo además como invitado especial al altosaxofonista más explosivo de Euskal Herria, Mikel Andueza, ejemplo de profesionalidad y buen hacer.

Canal es un pianista fino, buen conocedor de los estandars interpretados, a los que aportó improvisaciones equilibradas, coherentes, contrapunto idóneo a la brillantez del saxo de Andueza, ardorosamente lírico en las baladas y tan fogoso como siempre en los temas bop. Buen desenlace para una jornada intensamente musical.