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El tiro sin gracia

Gorka ANDRAKA

Periodista

Los muertos escuchan y callan. Si los cadáveres contaran, si pudieran explicarse, la muerte tendría otro precio, no estaría tan devaluada, tan falseada. “Yo no lo maté: el solito se le atravesó a la bala”, dicen en México que sentenció en una ocasión Juan Charrasqueado, el protagonista del célebre corrido. La cándida bala nada pudo hacer para evitar el encontronazo.
El policía y psicólogo forense Kris Mohandie ha examinado 707 tiroteos en los que se vieron envueltos policías de Estados Unidos entre 1996 y 2006. Las conclusiones de su exhaustivo estudio son asombrosas: un 36% de las tiroteos, una de cada tres balaceras, oculta un ‘Suicide by Cop’, un suicidio por policía. En lugar de pegarse un tiro, ahorcarse o lanzarse desde un puente hay gente que para quitarse la vida prefiere provocar a la pasma y que sean ellos quienes hagan el trabajo sucio, quienes aprieten el gatillo. El método funciona. El 97% de los suicidas que tomó rehenes y el 50% de los que estaban solos murió o resultó herido por los disparos de la policía. Las diligentes balas protestan: hacer blanco en alguien que desea morir no tiene chiste.
¡Disparen tranquilos! El estudio de Kris Mohan- die propone que a partir de ahora se tengan en cuenta estos comportamientos suicidas a la hora de investigar los tiroteos en los que participen poli-  cías. En un enfrentamiento con las Fuerzas de Inseguridad, todos somos presuntos suicidas, kamikazes ansiosos por impactar contra sus proyectiles. A este paso, muy pronto escucharemos a la policía justificar sus fiambres con la máxima del ranchero Juan Charrasqueado: “Yo no lo maté, el solito se le atravesó a la bala”.

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