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Primavera caliente en europa central y oriental

La crisis global deja K.0. a la «Nueva europa»

La Administración Bush los bautizó como «la Nueva Europa», pero los países que hasta 1991 orbitaron en torno a Moscú reviven viejos fantasmas. Azotados sin piedad por la crisis global, las esperanzas de felicidad de su población con la entrada en la UE se desvanecen. Y queda el resquemor tras décadas de promesas a cambio de que hicieran suyo el credo neoliberal más ortodoxo.

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David LAZKANOITURBURU

Las recientes y crecientes protestas populares en Europa Central y Oriental y los augurios de un desmoronamiento en cadena de sus economías han encendido todas las luces rojas en la Unión Europea. Las reacciones populares, de una virulencia desconocida en los últimos decenios, llevan a algunos a aventurar que estaríamos en puertas de una «primavera del descontento», que llevará aparejadas una creciente desestabilización política, un aumento de la conflictividad social e incluso, auguran los más agoreros, un repunte de las tensiones étnicas en un área especialmente sensible, como lo demuestra la historia de guerras y conflictos del pasado siglo.

Los expertos reconocen ya en voz alta que la economía de muchos países del Este europeo se contraerá este año hasta un 5%, y que la inflación llegará hasta el 13%. Todo ello en unas economías que han presentado en la última década balances de crecimiento macroeconómico anual de dos dígitos. Igualmente, pronostican que la cifra de parados en la región aumentará en breve y automáticamente de 15 a 18 millones. Y eso en unos momentos en los que Occidente ya no absorbe sino que expulsa a los inmigrantes por falta de trabajo.

La situación se apunta, si cabe, más catastrófica en las repúblicas bálticas, donde se prevé una contracción económica de hasta el 15%.

Ante esta situación, la respuesta de los gobiernos -ante la atenta y escrutadora mirada de los organismos financieros y de instituciones como la UE- ha sido la de imponer drásticos recortes en los programas sociales, ya de por sí raquíticos desde la caída del Muro de Berlín y por las presiones neoliberales impuestas desde Occidente.

La crisis se ha cobrado ya su primera víctima política en Letonia, ex república soviética de 2,3 millones de habitantes y uno de los epicentros de las protestas. El Gobierno de centro-derecha de Ivars Godmanis dimitió hace poco más de una semana no sin advertir de que no estaba en condiciones de firmar ningún documento internacional.

Miembro de la UE desde 2004, Letonia se salvó in extremis de la bancarrota tras lograr a finales de diciembre del pasado año un crédito de 7.500 millones de euros otorgado por Bruselas y el FMI, siempre con la contrapartida de una reducción draconiana de los gastos sociales. A ese malestar su suma la percepción por parte de la población de una «humillación nacional».

Lituania y Bulgaria, sobre todo sus respectivas capitales, Vilnius y Sofía, han sido igualmente escenario de protestas similares. No le va mejor a Rumanía, con movilizaciones de distintos sectores, desde el funcionariado y el profesorado hasta la juventud del país, hastiada de la corrupción y la falta de expectativas.

Edmund Conway, responsable de Economía del diario británico «The Telegraph», no tiene pelos en la lengua. «Las economías se han vaciado, el capital, evaporado. Polonia, Letonia, Lituania y Hungría han ido deslizándose, grado a grado, hasta el sumidero de la depresión». Y, sintomático, «los países que siguieron a pies juntillas la dieta económica prescrita por Washington son los que más han sufrido. Apostaron a una prosperidad fundada en un crecimiento estimulado por la deuda y las exportaciones. El sueño ha quedado destrozado», añade.

Jonathan Eyal, experto del Royal United Services Institute de Londres, recuerda que «estamos hablando de gente que se mantuvo a flote durante un período bastante nefasto tras el derrumbe de la URSS, cuando sus economías se redujeron a un tercio, en la creencia de que ingresar en la UE les traería prosperidad y estabilidad (...) Esa aspiración es la que se ha demostrado decepcionante y eso resulta muy desestabilizador».

Tanto que ya hay quien augura un resurgir de movimientos fascistas y/o racistas. La ciudad de Litvinov, en la República Checa, ha sido escenario reciente de un intento de pogromo en una zona habitada mayoritariamente por romaníes (gitanos). «El clima político de esta región resulta muy propicio para el sentimiento hostil hacia las minorías», advierte Larry Olomoofe, del Centro Europeo de Derechos Roma en Budapest.

Mike Whitney coincide, desde el portal de internet de la revista estadounidense «Counterpunch», que «si se consiente la quiebra de un país, el efecto dominó podría terminar tumbando a la región entera y dar pie a espectaculares alteraciones del paisaje político. El auge del fascismo ya no es descartable», alerta.

Heather Cortin, en un artículo de Global Research traducido para Rebelión, recuerda la doctrina económica conocida como «terapia de choque» impuesta a estos países tras la caída del Muro de Berlín y que consistió en la privatización generalizada de las industrias de propiedad estatal (70.000 desde 1999), la reducción de salarios, el desempleo masivo, las desregulaciones de precios y los drásticos recortes en gastos en salud y educación.

Como un castillo de naipes

«El auge que siguió, alimentado por el crédito fácil, la inversión de fuentes dudosas, la especulación desenfrenada y los sórdidos negocios inmobiliarios, se ha convertido en un descalabro con el colapso del sistema bancario y la evaporación de los mercados globales».

En esas están ahora. Pero el problema va más allá y amenaza directamente al corazón occidental de la UE. Lo más duro de la crisis parece haberse desplazado hacia el Este en los últimos meses, pero todo apunta a que podría producirse en efecto boomerang.

«Casi todas las deudas del Este europeo tienen como acreedora a Europa occidental, sobre todo a bancos austriacos, suecos, griegos, italianos y belgas. Además, los europeos cargan un asombroso 74% de la cartera de 4,9 billones de dólares de préstamos a los llamados mercados emergentes. Están cinco veces más expuestos que los bancos estadounidenses o japoneses», según datos del propio FMI.

Mike Whitney dibuja, finalmente, un panorama desalentador. «Europa del Este está a punto de estallar. Si lo hiciera, se llevaría por delante a buena parte de la UE. Es una situación de emergencia, pero no tiene fácil remedio. El FMI no tiene recursos bastantes para un rescate de estas dimensiones, y la recesión se propaga harto más rápidamente de lo que logran organizarse los esfuerzos de rescate. Sólo es cuestión de tiempo el que se vean rebasados por los acontecimientos».

Consecuencias

LETONIA

El 16 de enero, miles de personas marcharon hasta el Parlamento desde la antigua catedral de Riga para protestar contra el Gobierno y la «humillación nacional» tras el rescate in extremis por parte de la UE y el FMI.

LITUANIA

Al grito de «¡Ladrones, ladrones|», miles de manifestantes rodearon el Parlamento de Vilnius contra un programa de austeridad que incluye recorte de prestaciones sociales e incrementos regresivos de impuestos.

BULGARIA

Bulgaria y su capital, Sofía, han sido igualmente escenario de protestas de distintos sectores, desde el funcionariado y el profesorado hasta los estudiantes, hastiados de la corrupción y la falta de expectativas.

RUMANÍA

En Rumanía se vive igualmente un ambiente de víspera de levantamientos. No pasa un día sin que cierre o se deslocalice una fábrica.

ESTONIA

Pese a las mayores reservas monetarias de que dispone el pequeño país (1,4 millones de habitantes), los expertos auguran problemas mientras cae en picado el apoyo al primer ministro, Andrus Ansip, que podría correr la misma suerte que su colega letón.

HUNGRÍA

Ante los rumores crecientes de protestas, el primer ministro, Ferenc Gyurcsany, ha urgido a la UE a acelerar la entrada de estos países en la llamada Zona Euro.

18

millones

Los expertos pronostican un aumento inminente de 15 a 18 millones en la cifra de parados en la región. Y puede ser sólo el principio.

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