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La ciudadanía tiene la palabra ante un parlamento desfigurado a mazazos antidemocráticos

Las enciclopedias definen a un parlamento como un «órgano compuesto por los representantes elegidos por el pueblo que tiene atribuida la misión principal de expresar la voluntad de éste». Como tal, disfruta de la capacidad de emitir leyes que respondan a esa voluntad del pueblo e intenten ofrecer soluciones a sus problemas. Cualquiera que repase estas dos definiciones entenderá que lo que se va a conformar con los votos emitidos hoy en Araba, Bizkaia y Gipuzkoa no será un parlamento en sentido normal: ni sus representantes expresarán la voluntad de todo el pueblo ni las leyes que apruebe se derivarán de su dictamen. «Parlamento» viene de «parlamentar», o sea, de hablar, y en Gasteiz seguramente se «parlamentará» mucho, como se ha visto en esta campaña, pero todo lo que se diga en lo sucesivo no conseguirá reparar un ápice de esa clamorosa falta de legitimidad.

No es nuevo que en Euskal Herria las instituciones hayan devenido en una especie de clubes privados con derecho de admisión. Así ocurrió durante los 40 años de democracia orgánica franquista. Y así vuelve a pasar cruzado ya el umbral del siglo XXI. Tras 30 años de experimento de democracia formal, los parlamentos vascos vuelven a ser ilegítimos. Para este viaje no hacía falta tantas alforjas. Y Euskal Herria vuelve a tener que tomar el liderazgo en la demanda de democracia real en el Estado español, como ya ocurrió entre 1936 y 1975.

En Nafarroa son ya seis los años en que viene malfuncionando un parlamento ilegítimo, fórmula que se estrenará ahora en Gasteiz. En estos seis años, es público y notorio que partidos como el PSE han tenido una interlocución -privada y pública- con la izquierda abertzale. Y es sabido también que el PNV hizo otro tanto y que su lehendakari abrió incluso las puertas de Ajuria Enea a líderes independentistas a quienes no se permitía estar en el Parlamento. Tanto Patxi López como Juan José Ibarretxe reivindican que actuaron así con el «fin noble» de buscar soluciones, de buscar la paz. Siguiendo la misma lógica, el Parlamento que ahora conforman a partir de la exclusión de este sector sólo puede definirse como innoble y sólo puede catalogarse como el Parlamento de la renuncia a la solución al conflicto.

La verdadera maza

En una sociedad tan basada en la imagen como ésta, esta semana ha alcanzado gran eco mediático la escena del individuo (llamarle «incontrolado» no sería ajustado a realidad) que atacó la herriko taberna de Lazkao maza en mano. El episodio ha servido para confirmar de nuevo el inmenso grado de hipocresía que encierran los discursos de los dirigentes políticos sobre la violencia y la enorme falsedad sus condenas selectivas.

Las mayores hipocresías son precisamente las de los que han intentado evitar caer en ellas. Por ejemplo, la del presidente del Gobierno español, José Luis Rodríguez Zapatero, al afirmar que «uno puede entender el momento de obcecación, pero bajo ningún concepto podemos darle respaldo». Lo dice el líder de un Ejecutivo que -vía Fiscalía- lleva años respaldando un mazazo en toda regla a la base social de la izquierda abertzale, incluidas todas las herrikos, aun a costa de hacer añicos su democracia ante los ojos de la mismísima ONU. Y que hoy dejará caer su maza sobre decenas de miles de personas para cincelar un Parlamento falseado. Suenan más coherentes voces como la de Antonio Basagoiti, del PP, que lógicamente ha aplaudido la embestida mediática de Lazkao después de dedicar la campaña a intentar ganarse titulares con frases como «Voy a darles más palos que a una estera». Éste es el nivel.

El voto nulo, el antifranquismo de 2009

Mientras los candidatos se han empleado a fondo para intentar dar una apariencia homologable a la campaña, al margen de los focos han ocurrido cosas que escandalizan a cualquier verdadero demócrata, si no fuera por la anestesia provocada por una década de episodios esperpénticos. Escandaliza, por ejemplo, que los medios difundan que ha sido incautada una mochila con papeletas de voto, como si fueran peligrosos artefactos. Escandaliza que nadie cuestione las detenciones por tan gravísimos «delitos» y que se llegue a elevar a categoría de noticia lo contrario: que no ha habido detenciones.

Con este cuadro, no parece haberse valorado suficientemente el hecho de que la izquierda abertzale apueste por acudir a las urnas y no por boicotearlas. Quienes participen hoy con una papeleta que será computada como nula serán considerados algún día como los auténticos luchadores por la democracia y contra el apartheid. Ese día los nombres de los verdaderos luchadores antifranquistas volverán a las plazas de Euskal Herria.

A partir de mañana, en el conjunto de Euskal Herria habrá dos retos que afrontar, dos retos en realidad indisolublemente unidos. Uno es el de hacer que sus parlamentos vuelvan a ser parlamentos, o sea, representaciones de la voluntad popular. Otro, construir un único Parlamento para un pueblo, que materialice su derecho a decidir. Para que no existiera este parlamento se crearon dos hace 30 años, y para intentar liquidar definitivamente su reivindicación se ha convertido ahora a éstos en una burda farsa.

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