Aunque con mucho menos drama que en el agónico encuentro del año pasado, el derbi de Mendizorrotza volvió a rescatar a un Alavés moribundo a costa de una Real a la que sus propios fantasmas, prisas y ansiedades vuelven a colocar en medio de la nada. En la misma portería, con dos equipos con las mismas urgencias y en el momento en el que sobre el campo coincidieron más protagonistas que ya habían vivido algo muy similar hace poco más de ocho meses, el Glorioso volvió a conseguir su triunfo más importante de la temporada tras heróica remontada, rompiendo así además la mala racha que le perseguía en Mendizorrotza, donde no había ganado desde el 23 de noviembre, cuando se impuso al Girona por 1-0.

Si no fuera por las emociones que es capaz de transmitir, el fútbol, en ocasiones como las de ayer, no serviría como espectáculo de masas, pero precisamente esas sensaciones y esos matices hacen que los aficionados sigan acudiendo a los terrenos de juego, a pesar de que a los seguidores realistas les va a costar horrores volver a pisar un estadio «maldito».

Y es que, todo lo que el resultado de ayer tiene de balsámico para el Alavés, lo tiene de mazazo para una Real que, tras encadenar tres derrotas consecutivas, ve su necesidad de ascenso más lejos que nunca. Dos remates de Javi Guerra y Almirón tras dos saques de esquina muy cerrados, una jugada en la que la Real se había mostrado muy sólida hasta llegar a Gasteiz, fueron el factor que posibilitó la remontada local.

Bajo mínimos

Hasta esa última media hora, el partido fue la constatación de los problemas futbolíticos por los que, hoy por hoy, atraviesan tanto Alavés como Real. Aupados por la reconstituyente victoria de Valencia, los albiazules trataron de llevar de inicio el peso del partido, partiendo para ello de su mayor posesión de pelota. Mientras el Glorioso volvía al patrón que parece acoplarse mejor a sus jugadores, en su afán de crear más opciones de gol, Lillo volvió al 3-4-3 de inicio de temporada con el que no se sintió nada cómodo.

Pese a su teórica superioridad en el centro del campo, el equipo donostiarra no encontró una salida para el balón y la más repetida eran los balonazos de un Mikel Labaka que llegó a jugar hasta de extremo derecho. De Marcos, otra vez titular, volvió loco a un Castillo que no llegó a acoplarse a la línea de tres, pero, pese a tener buenas incorporaciones, careció del instinto necesario para hacer daño a un Bravo que también se mostró espe- cialmente inseguro.

Pese a pasar desapercibidos durante mucho tiempo, Marcos y Abreu sí tienen esa verticalidad y definición que echaron en falta los albiazules y una buena internada del balear por su carril y el posterior remate del uruguayo permitieron a la Real ir por delante al descanso.

En la segunda parte, la Real trató de dormir el partido, pero su paso atrás dio opciones a balón parado a los albiazules, que hicieron bueno el trabajo de entre semana en una jugada de estrategia bien materializada por Javi Guerra en el segundo palo.

Sólo con el empate volvió a buscar la Real la portería contraria y Marcos tuvo el 1-2 en sus botas, pero el partido se abrió y en la ruleta rusa final, al Alavés le tocó seguir sufriendo, mientras que el futuro se vuelve muy oscuro para la Real.