Decía el poeta granadino Federico García Lorca que como no se había preocupado de nacer, tampoco se preocupaba de morir. Seguro que muchas personas no comparten esa visión del final o de los últimos años de nuestra vida. Cuidar en esos momentos de su existencia a un familiar enfermo invita a la reflexión, y quizá prueba de ello es que la mayoría de quienes registran su testamento vital sean mujeres. Lo han bautizado como «síndrome de la cuidadora».

En Nafarroa, el Registro de Voluntades Anticipadas se creó en 2003; hoy, son ya 748 los navarros que han dejado por escrito y registrado cómo quieren que se les trate médicamente cuando no puedan expresar su voluntad. En la CAV, echó a andar en 2004 y hoy 4.392 han formalizado ese documento.

««No es tan importante el número de gente que registre este documento como que los documentos puedan entenderse y, en su momento, aplicarse», aclara José Luis Vidal, responsable del Registro en la CAV. Catalunya, por ejemplo, cuenta ya con 23.390 «testamentos».

Actitud médica

Lo que arrancó hace unos pocos años con incertidumbres y algunos recelos, hoy se ha normalizado por completo. Incluso, se puede afirmar, entre la clase médica. «Es verdad que este derecho ha tardado mucho en ser reconocido en el ámbito sanitario, ya que la gestión del cuerpo, la salud y de la enfermedad ha sido durante años responsabilidad exclusiva de los profesionales sanitarios, no de cada persona», explica Marije Goikoetxea, magíster en Bioética y coautora del Documento de Voluntades Anticipadas editado por el Gobierno de Lakua.

Jacinto Bátiz, jefe de la unidad de Cuidados Paliativos del Hospital San Juan de Dios de Santurtzi, añade que, además de esa voluntad escrita, «es importante, siempre que sea posible, una comunicación fluida, abierta y sincera con el enfermo o con su familia, para cumplir los últimos deseos de la persona». Por eso aboga por que «no haya una defensa a ultranza del documento cuando no ha habido una relación previa», siendo mejor dejar pasar unos días «para clarificar el estado clínico y decisiones del enfermo».

Precisamente, al redactar estas voluntades -la mayoría de quienes lo hacen superan los 45 años de edad- es importante, aprecian los expertos, la figura del representante, como interlocutor con el equipo asistencial. «Las personas pueden tener clara la idea general, pero la dificultad reside en darle una forma final que se pueda entender con claridad por quien tenga que aplicar el documento», explica José Luis Vidal.

Es por ello que la figura del amigo o familiar representante que designa el firmante del testamento es básica para ese trato con el equipo médico. «Su papel final es procurar el cumplimiento de la voluntad otorgada», apunta.

¿Y cuál suele ser esa voluntad? «La mayoría solicita la analgesia o alivio sin dolor y sufrimiento, como un elemento básico del tratamiento en esa última fase de la vida», responde el responsable del Registro en la CAV.

«También la solicitud de limitación del esfuerzo terapéutico y la renuncia a técnicas de soporte vital o intervenciones futiles cuando la situación sea de insconciencia permanente o estado irreversible, optando por los cuidados paliativos si ello no supone un alargamiento de la agonía», expone Vidal. Incluso hay quien reclama que sea en su propio hogar si se garantiza el máximo confort. Morir dignamente, en definitiva.