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Derrota en Ipurua

El sueño acaba en pesadilla

Un pésimo partido acaba con la buena racha del equipo azulgrana, que sigue en puestos de descenso.

EIBAR 1

ALICANTE 2

Amaia U. LASAGABASTER | EIBAR

Al Eibar le va la marcha. No hay otra explicación para el fiasco que protagonizó ayer en Ipurua. Encajó una derrota que le impidió abandonar los puestos de descenso, pese a tratarse, por fin, de una jornada propicia para sus intereses. Y lo hizo, además, ofreciendo una imagen de lo más triste, bastante más parecida a la que tantos disgustos le ha supuesto en tiempos todavía recientes, que a la que le había llevado a enlazar dos triunfos consecutivos, permitiéndole volver a avalar su candidatura a la permanencia.

Sensaciones más dolorosas, si cabe, teniendo en cuenta que Carlos Pouso -repitiendo equipo por segunda vez esta temporada- volvió a tirar de los jugadores que habían maravillado en Balaídos tan sólo una semana atrás. Porque el problema no fue el Alicante, que hizo lo que le dejaron; sino el propio Eibar, que se dejó hacer demasiado.

¿Exceso de confianza, como se venía temiendo en los días previos? ¿Motivación convertida en presión, por el caramelo tan suculento que había a mano? ¿Un simple día `tontuno', como dirían los amigos de «Muchachada Nui»? Con un poco de suerte, la tercera opción es la correcta. De lo contrario, el futuro del equipo no es nada halagüeño.

El encuentro tuvo mala pinta desde el principio. Parecía mentira que Eibar y Alicante se estuviesen jugando la vida. La intensidad brilló por su ausencia y aquello se convirtió en una sucesión de balonazos e imprecisiones. Resultaba imposible ver una sola combinación y más aún que alguien, al margen de los porteros, pisase las áreas.

El empate a cero parecía cantado, por tanto. Pero el encanto del fútbol reside en buena medida en su imprevisibilidad. A tres minutos del descanso llegaba el gol del Eibar, al calcar Sutil y Biel Medina el tanto que, hace dos semanas, allanó el camino de la victoria ante el Huesca. El jienense botó el córner, el menorquín cabeceó a las redes y al Alicante la salieron los colores. El equipo de José Carlos Granero defendió todas las acciones a balón parado con sus once jugadores dentro del área y, aún así, casi siempre fue un rival el que tocó el balón.

El gol, teniendo en cuenta la situación del Alicante y lo que había demostrado hasta el descanso, parecía definitivo. La impresión cambió en cuanto echó a andar el segundo tiempo.

En parte, porque la necesidad armera está reñida con el optimismo pero, sobre todo, porque las sensaciones que ofrecía el equipo sólo permitían desear que el partido acabase de inmediato. Pese al poquito peligro que originaba su rival, al Eibar le faltaba contundencia y le sobraba imprecisión para quitarse el balón de encima. Que, por otra parte, era lo único que hacía porque se veía incapaz de mantenerlo en su poder.

Ni mantener, ni reaccionar

El resultado fue el único que cabía esperar. Es decir, que, después de haber permanecido más de media hora fuera del descenso, el sueño de los azulgranas acabó convirtiéndose en pesadilla. El primer mazazo lo asestó Pedro, a un cuarto de hora del final, con un pase en largo que convirtió en el 1-1 batiendo a Zigor de disparo cruzado.

Y como a todos los males que había exhibido el Eibar hasta entonces, se le añadió la incapacidad de reacción, hubo tiempo para que la tarde empeorase. El artífice, Borja, que culminaba un rápido contragolpe, firmando el definitivo 1-2.

Con la derrota, regresan las urgencias para el Eibar que, al menos, tiene posibilidad de redención inmediata, con su próxima visita al Albacete.

ALICANTE

2

EIBAR

1

«Ha sido nuestro peor partido en Ipurua»

Hubo unanimidad en Ipurua: el Eibar disputó un encuentro pésimo. «El peor» como local en lo que va de temporada, de hecho, en opinión de Carlos Pouso.

«No se pueden poner reparos a la derrota porque no hemos estado bien desde el principio -admitió el técnico-. Con la misma gente, la semana pasada hicimos un partidazo y hoy no hemos sido capaces de poner el ritmo y hemos acabado jugando a lo que ellos querían. Si estando bien, muchas veces no ganas, imagínate jugando mal». Pouso prosiguió su análisis reconociendo que «no hemos estado nada bien con el balón, excesivamente nerviosos. Estábamos concienciados de que era un día muy importante, pero en ningún momento hemos estado cómodos. Ha habido demasiadas imprecisiones».

El técnico, además, consideraba que, tras el empate, «nos hemos suicidado, así de claro. Me autoinculpo porque era mejor empatar que perder. Quizá no era justo que fuéramos 1-0, pero deberíamos haber sabido conservar ese botín. Hemos estado super nerviosos, demasiado precipitados y con excesivos pases atrás», explicó el técnico.

A.U.L.

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