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Joxean Agirre Agirre Sociólogo

Mirando al futuro Urrezko dominak

Balza lo dijo anoche: las elecciones se han desarrollado en un clima de normalidad. Traducido, la normalidad en la que nos han instalado incluye el veto político de una de las alternativas más enraizada en el tejido social y en la tradición electoral de Euskal Herria.

Viendo el resultado de esta farsa, el reparto de escaños que resulta del amaño previo demuestra que la estrategia represiva de la ilegalización refuerza la idea de España, engorda el botín de los partidos españoles y falsifica en el plano de la representatividad la realidad sociopolítica de la CAV. Si tuvieran un ápice de dignidad democrática, el primer pleno del parlamento resultante debería tener un único punto en el orden del día: fijar la fecha de su disolución y convocar nuevas elecciones. Pero es ocioso imaginar a esos traficantes de promesas renunciando a la ganancia en un arranque de lealtad para con su pueblo.

Por eso, porque analizar los resultados de ayer implica investirlos de cierta legitimidad, estas líneas no buscan una interpretación al uso. La pugna entre PNV y PSE se ha saldado con un despunte que ambos necesitaban. Al fin y al cabo, llevan meses alimentando un estado de necesidad que justifique su pacto. Es cierto que Patxi López ha crecido a costa de un PP y una IU lastrados por el peso de las corruptelas y la endeblez de sus proyectos políticos; pero no es menos cierto que necesitará como agua de mayo el apoyo de los mismos jelkides que denuesta, si quiere condicionar la línea de gobierno de quien sea investido lehendakari. De lo contrario, tendría que apoyarse en la extrema derecha, apuntalando al reforzado Ibarretxe.

Pero lo relevante no es quién gobernará la CAV los próximos cuatros años, o cuál será el alineamiento del resto de nanopartidos que pugnan por una miserable consejería a la sombra de la normalidad tutelada por Garzón. Prefiero analizar la influencia, el peso político de la única fuerza capaz de romper con esta inercia, que no es otra que la izquierda abertzale. Más allá del gran número de papeletas que ha sumado en esta cita, decenas de miles en las peores condiciones imaginables, sólo su iniciativa y músculo político son capaces de desbaratar de un manotazo el intento de reeditar el pacto autonómico de hace treinta años.

Es, creo yo, la clave del día después, porque el parlamento nacerá viejo, inservible y carente de médula espinal. Éste es el momento de articular la iniciativa precisa para dejar atrás el marco que permite al Estado cortocircuitar una y otra vez la esperanza de la mayoría en Euskal Herria. El espacio social existe, la fuerza tractora también y la voluntad de configurar ese bloque salta de pueblo en pueblo sin prestar demasiada atención a la lectura que los politólogos y sociólogos de cámara hagan de estas elecciones.

Esta mañana, las brigadas de limpieza arrancarán la propaganda electoral. En las marquesinas de los autobuses quedarán los carteles de «Ché: guerrilla», la última película de Steven Soderbergh. En ellos aparece Benicio del Toro blandiendo su fusil y con la mirada fija en el suelo. Como ocurre con Ernesto Guevara, la izquierda abertzale vuelve y vuelve a nacer. Cuanto más la presionan, más nace. Y así volverá a ser: en poco tiempo sus ojos volverán a ser los más habitados y buscados de Euskal Herria.

 
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