Raimundo Fitero
Estados alterados
Es cierto que ciertos días televisivos hacen que se vivan con los estados alterados. Sin ir más lejos La Sexta, la noche del martes se convirtió en un territorio donde parecía haber acampado la provisionalidad y la libre circulación de lo espontáneo. De entrada ese programa imposible dedicado al deporte no se emitió y fue sustituido por una de esas piezas donde resumen una docena de los mejores momentos de la cadena y pudimos volver a reírnos a gusto con un vídeo de «El Intermedio» en donde diferentes animales gritan «Jonatan» y al final contesta otro bicho con un «¿qué?» auténticamente divertido. O a Berto hablando en el programa de Buenafuente de las pegatinas en los aparatos electrónicos, sean cámaras de fotos, portátiles o móviles que algunos nos empeñamos en dejar como si fueran algo importante.
Un relleno de buena calidad. Y en esas llegó El Gran Wyoming al que le debieron dar órdenes de mantener el tipo hasta que acabase el partido de fútbol donde se demostró que «así, así, así pierde el madrí», con un «chorreo» monumental a pies del Liverpool. Las razones parecen lógicas, se convirtió en el espacio más visto en el estado en lo que llevamos de año, cosa que como siempre hay que tener muy en cuenta, porque una acción de esta índole desequilibró toda la parrilla en cuanto a resultados de audiencia. Y si empiezas una película, por muy buena que sea, mientras está el partido, no hay manera de que alcance una audiencia suficiente. Ni un capítulo de una serie, y así se pudo ver como «House», las pelis, todo empezó justamente para engarzar con el partido terminado.
Peor el programa, con las improvisaciones de Wyoming, bastante inspirado, por cierto, se completó con una nueva entrega del Padre Loring, un cura ultramontano, que es un auténtico espectáculo de la retórica y la propaganda, y la cada vez más consolidada y acertada Usun Yoon, esta vez en una feria sobre mascotas donde vimos el derroche absolutamente indecente para vestir a perros o gatos. Estas cosas alteran los estados de cualquiera porque ponerle bragas a una perra o una cazadora de cuero, empieza a ser un signo de ostentación criminal.