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Alexander Uriarte

El suicidio de la sociedad contemporánea

Cuando hay más razones objetivas para luchar es cuando menos se lucha. ¡Paradojas de la vida!

Cuando nuestros abuelos y padres empuñaron las armas no había EREs, gente durmiendo en la calle, trenes de alta velocidad, más de 700 presos políticos vascos, niñatos y niñatas insolentes malcriados en las aulas...

Sin embargo, había algo que no hay entre la mayoría de individuos a día de hoy: conciencia, compromiso, honor, generosidad, respeto, vergüenza...

¡Objetivo cumplido! Esputarán los de siempre y, efectivamente, así es. El liberalismo, a través de su arma más letal, el capitalismo, ha cumplido su objetivo, anular al individuo a golpe de propiedad privada.

Reniego de la filosofía roussoniana para hacer exaltación de la naturaleza negativa del ser humano, de su codicia, de su vulnerabilidad, de su corruptibilidad. La estrategia no era improvisada, pseudoilustrados que juegan a aborregar masas idean una estrategia sólida a ojos de los borregos analfabetos y cuela, ¡vaya si cuela!

Los ideólogos del liberalismo priman el derecho a la propiedad privada por encima de cualquier otro. Alguno debió de pensar, ¡cría cuervos y se sacarán los ojos! Desde pequeños aprendemos a distinguir lo que entra en nuestra propiedad privada y a pretender lo que escapa de ella.

¡Pistoletazo de salida! Durante la carrera deberás jugar sucio y poner la zancadilla a todo adversario despistado, pero si completas con éxito la carrera, a tu llegada recibirás el premio. ¡Enhorabuena!, ya formas parte del ideal exaltado por el liberalismo, habrás cumplido el objetivo, te habrás convertido en uno de esos individuos capaces, despiadados, déspotas.

Cuantos más bienes materiales poseas más aumenta tu conformismo, tu inmovilismo, tus envidias. Y llega un momento en el que te conviertes en presa de tu desidia. Es entonces cuando te pretendes autoengañar. En ese momento renegarás de todo lo que habías defendido cuando careciste de todo bien material verdaderamente estimado por ti, incluidas las relaciones afectivas. La situación sociopolítica es la misma, no ha variado, sigue habiendo razones por las que luchar, pero ha variado tu situación personal. El catedrático universitario ya no es el joven idealista por razones de peso económico, familiar... Te das cuenta que no hay salida, eres presa del sistema que planeaba encerrarte en una gran cárcel desde el momento que naciste, y tú te has dejado apresar.

Buscas salidas a tu situación, pretendes autoengañarte, autoconvencerte de que lo que haces es lo correcto, poniendo peros a tus ideales. Pero no te engañes, lo que se esconde detrás de esa actitud es miedo, miedo a perder lo que tienes. Es entonces cuando te acuerdas de aquella frase a la que ahora sacas verdadero sentido: «el que nada tiene, nada pierde».

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