Impagable contribución de Iñaki Azkuna al triunfo de la estética sobre la funcionalidad
El Ayuntamiento de Bilbo ha sido condenado por los tribunales a indemnizar con 30.000 euros a Santiago Calatrava por alterar el diseño original del puente Zubi-Zuri, obra del arquitecto valenciano, al añadir a la estructura inicial una pasarela ideada por otro arquitecto, el japonés Isozaki. La relevancia de la sentencia estriba en que atribuye al puente la categoría de «obra de arte original» y por lo tanto, lo coloca bajo el amparo de la Ley de la Protección Intelectual y lo protege de eventuales modificiaciones, por mucho que éstas atiendan al interés público.
La sentencia arrastra al gobierno local por el barro de sus propias contradicciones. No es ético vender cada obra arquitectónica del nuevo Bilbao como un ejemplo único y estrechamente vinculado a la identidad de la ciudad, y luego pretender modelarla cual muñeco de plastilina, según los antojos de cada momento. No se puede elevar al séptimo cielo de la arquitectura cada inauguración electoral, justificando de paso su elevado costo, para después degradarlo al infierno del utilitarismo. Azkuna ha contribuido, aún más que Calatrava, al infortunado triunfo de la estética sobre la funcionalidad.