«Nuestros gestores culturales deberían decidir qué es lo que sobra en el país»
Director del Andra Mari abesbatza de Errenteria
La Coral Andra Mari de Errenteria unirá sus fuerzas a las de la Orquesta Sinfónica de Bilbo para abordar dos obras sinfónico-corales tardías de Johannes Brahms, «Nänie» y «El canto de las Parcas», en dos conciertos que tendrán lugar en el Palacio Euskalduna de Bilbo este jueves y viernes, dentro del ciclo de abono de la orquesta bilbaina.
Mikel CHAMIZO | ERRENTERIA
José Manuel Tife, que acaba de cumplir quince años al frente de la Coral Andra Mari, recogió la batuta de manos de José Luis Ansorena, fundador del coro y promotor también del festival Musikaste y el archivo Eresbil, dependientes del Andra Mari.
Van a abordar junto a la Orquesta Sinfónica de Bilbo «Nänie« y «El canto de las Parcas», obras de Brahms de una exigencia técnica y musical importante. ¿Cuáles son sus pricipales retos?
Efectivamente, se trata de dos obras publicadas en 1882, y propias de un Brahms ya en el culmen de su estilo, posteriores al «Requiem alemán» o la «Rapsodia para alto». Son dos obras maravillosas, escritas a cuatro y seis voces, que se caracterizan por su gran madurez sonora y las líneas románticas, sostenidas, de sus melodías. Exigen una técnica vocal muy sólida, pero nos pillan por sorpresa, pues «Nänie» ya la habíamos cantado hace doce años.
Parece que la mayoría de los coros de Euskal Herria no se arriesgan con este repertorio y se centran en músicas de segunda categoría.
Hay diferentes puntos de vista, pero es cierto que en el mundo coral vasco hay tendencias de repertorio bastante claras. Pero muy a menudo la elección de repertorio depende de las características del propio coro. Brahms o Bruckner requieren una sólida formación vocal, musical e, incluso, de idiomas. Para muchos coros tener que cantar en alemán ya resulta un obstáculo importante. Al margen de esto, las tendencias están ahí, y existe una inquietud por explorar nuevos campos y un gran interés por la música contemporánea en algunas de sus perspectivas.
Acaba de cumplir quince años al frente del Andra-Mari. ¿Qué análisis hace de esta etapa?
Tengo la sensación contradictoria de que son muchos años pero que han pasado a una velocidad terrible. Cuando asumí la dirección del coro éste ya gozaba de una formación sonora muy sólida, fruto del trabajo junto con Ansorena. Habiendo heredado un valor tan grande, lo que he tratado de hacer es un trabajo serio y con rigor.
¿Qué ha aportado al coro? ¿En qué ha cambiado en estos quince años?
Diría que en estos quince años se ha trabajado un repertorio más universal, al menos mucho más de lo que se había hecho anteriormente. Nos movemos en el ámbito de la música con orquesta, el repertorio sinfónico-coral, con una atención especial a todo lo que es música vasca, pero también hacemos obra representativa: ópera, zarzuela, etcétera. Ahora abordamos desde la «Pasión según San Mateo» de Bach hasta estrenos absolutos de Félix Ibarrondo, y eso antes no era tan frecuente.
A muchos nos sigue sorprendiendo que el Andra Mari se desenvuelva tan bien cuando hace ópera o zarzuela, con un trabajo escénico excelente de los coralistas.
Yo diría que no he aportado gran cosa en eso. Nace del propio espíritu de la gente, el teatro les gusta mucho, y eso a pesar del esfuerzo ímprobo que supone la escena. Hay un grupo grande de gente en el Andra Mari que siente pasión por el teatro musical, y, como bien dices, los resultados en este campo suelen ser muy positivos.
El Andra Mari canta con casi todas las orquestas del Estado, en casi todos los teatros de ópera y festivales y ha realizado exitosas giras por Europa. Con ese currículum, ¿por qué no llega el paso a la profesionalización?
Se trata de un tema que siempre está en el ojo del huracán. Cada vez es más difícil encontrar el perfil de cantores que tengan una formación adecuada para actuar con orquestas profesionales, que tengan la disponibilidad y el tiempo para lo que eso supone en cuanto a ensayos, y que encima estén dispuestos a hacerlo por amor al arte. Nosotros, de momento, podemos hacerlo, pero el futuro, si no llega la profesionalización, va a ser muy incierto. Ahora bien, yo no sé si todavía es el momento adecuado para dar ese paso. De momento, seguiremos contando con esa magia especial que impregna una interpretación cuando nace de personas que la hacen por el puro gusto de cantar y de hacer buena música. En el paso de la profesionalización, en alguna medida, esa magia se pierde.
Errenteria y Donostia están a muy pocos kilómetros de distancia. ¿Cómo se vive la competencia con el Orfeón Donostiarra?
La competencia es evidente, dado que nos movemos en el mismo género musical. Yo no tengo que descubrir nada cuando digo que el Orfeón Donostiarra es un grandísimo coro, y me siento orgulloso de que en Gipuzkoa pueda existir un coro así. Lo que sí tengo que decir es que el Andra Mari tiene ya cuarenta y tres años, y aunque no es a mí a quien corresponde evaluar la valía de nuestra entidad, creo que el Andra Mari ha demostrado muchísimas cosas y que no recibe los apoyos institucionales que creo que merece. No es mi intención criticar a nadie, sólo exponer el problema. Los gestores culturales del país deberían evaluar qué es lo que hay aquí, si algo de lo que hay sobra y, si sobra, habrá que decirlo y, si no sobra, apoyarlo. Nosotros realizamos un gran esfuerzo en muchos ámbitos, como Andra Mari, como Musikaste o como Eresbil, y todo ese esfuerzo revierte en la riqueza cultural del país. El que eso no se apoye desde las instituciones es muy injusto.
«Cada vez es más difícil encontrar el perfil de cantores que tengan una formación adecuada para actuar con orquestas profesionales»