Si Ud. está en situación de depender del Instituto de Bienestar Social para resolver o aliviar sus problemas surgidos como consecuencia de tener que atender a un familiar dependiente, lo tiene crudo. Exigencias y papeleos serán el denominador común aderezados con una dosis masiva de prepotencia, falsa solidaridad e ineficacia.

En primer lugar no hay suficientes residencias por falta de previsión y por destinar los dineros a otros menesteres más prosaicos. Ese error de cálculo y de eficiencia se lo traspasan al familiar, ya que es él el encargado de buscar una residencia privada y pagarla. Sin embargo, teníamos un geriátrico enorme expropiado por los mismos políticos que lo ocupan, amén de museos, y que ahora dicen no hay espacio para los dependientes. También existen pabellones cerrados con camas vacías en residencias porque las instituciones no se ponen de acuerdo. Bochornoso.

Cuando después de mucho trabajo ingresas a tu familiar en una residencia, generalmente bastante alejada, y pides la ayuda que la Ley de Dependencia supuestamente te permite, te encuentras con el aluvión de papeleo, el cambio de personal de trabajadores sociales y la red tape sibilinamente suministrada. Los plazos, si se respetan, van al límite, si tienes suerte. Cuando finalmente conceden la ayuda, generalmente la gente respira aliviada. Una vez más el malestar foral está jugando sus cartas. La carta no explica la valoración económica, que es lo que debería hacer. La mayoría de los afectados o sus familiares dan por bueno el cálculo porque confían en el IMS. Ahí está el error. Si estás al tanto de la ley, conoces sus vericuetos, te lees los boletines y sabes algo de cálculo matemático, observas que tus números no coinciden con los del IMS. Finalmente descubres horrorizado que en la valoración económica el IMS ha considerado unos supuestos ingresos del dependiente por el piso vacío (lógicamente está ingresado) y elucubra diciendo que puede obtener los ingresos x, con lo cual le rebaja la escala y le paga 300 euros menos. Qué cara y qué falta de sensibilidad hacia una persona que no puede no sólo alquilar el piso, sino valerse por sí misma en la vida cotidiana. Por la misma regla de tres, ese funcionario que vive en un casa con tres habitaciones, también podría alquilar una y así quitarle 1.000 euros al mes del sueldo. Señores del IMS, cuando el dependiente tenga los ingresos, que se le computen, mientras tanto, no hagan de pitonisa.

El IMS te exige garantías de pago y pone un recargo del 5,5% si hay atrasos. Nosotros le exigimos lo mismo, que paguen los intereses de los atrasos, pero dicen no tener ese hábito. Tampoco tienen costumbre, según las palabras del responsable de turno, de contestar las cartas, aun cuando se lo pidan expresamente, alegando que ya lo están diciendo de palabra. Cambie Ud. los hábitos, señor funcionario, Ud. se debe a los contribuyentes que le pagan y ello incluye rebajar ese tono altanero y dictatorial. Cumpla con su trabajo y aprenda un poco lo que hacían las pitonisas para no emularlas.

El nombre de Pito fue tomado de la serpiente pitón, que vivía en una cueva de estos parajes y a la que el dios Apolo dio muerte para apoderarse de su sabiduría y ser él quien presidiera el oráculo. La mitología cuenta que, después de dar muerte a la serpiente, Apolo guardó sus cenizas en un sarcófago y fundó en su honor unos juegos fúnebres que se llamaron Juegos Píticos. Más tarde corrió la leyenda de que ese sarcófago se hallaba enterrado debajo del ónfalos, en el templo de Apolo en Delfos. De este nombre derivó el de Pitia o Pitonisa, nombre que se le fue dando a las mujeres que interpretaban las respuestas, es decir, el oráculo o valoración económica. Al templo de Apolo se le llamaba también Pition y al mismo Apolo en Delfos se le llamó Apolo Pitio.

En la modernidad se le llama Instituto Foral de Bienestar (?) Social.