Mikel INSAUSTI

E l segundo largometraje de Tom McCarthy (“The Station Agent”) lleva la etiqueta puesta de película de la era Obama, y eso es algo que le perjudica bastante. Todo resulta demasiado políticamente correcto, con lo que su denuncia de la deportación de residentes ilegales en los Estados Unidos pierde fuerza. No obstante, la lectura que se desprende de su visionado es positiva, porque llama la atención sobre la situación irregular de los “sin papeles”, mediante un discurso a favor de la multiculturalidad. Resulta alarmante que aquellos que ayudan a los inmigrantes a establecerse puedan ser acusados de colaboradores en un delito, y frente a ese tipo de legislación xenófoba, “The Visitor” llama a la población con permiso de residencia en regla para que se abra a la que no lo tiene, a través de la anécdota de un maduro profesor universitario neoyorquino que se desvivirá por tratar de impedir que echen del país a un joven sirio con el que ha entablado una incipiente pero profunda amistad.

Lo mejor de “The Visitor” es la magistral interpretación del veterano Richard Jenkins, nominado al Oscar como Mejor Actor Principal. El problema es que no encuentra una réplica a su altura hasta la mitad de la película, cuando aparece en escena la gran actriz palestina Hiam Abbass, encumbrada internacionalmente por “Los limoneros”. La segunda parte sube muchos enteros gracias a los momentos en que la otoñal pareja adquiere justo protagonismo, a la vez que el drama toma cuerpo a medida que el profesor va conociendo mejor a la madre del percusionista callejero con el que se ha volcado desde que lo encontrara ocupando su piso vacío, por supuesto como víctima de un alquiler fraudulento.

El abrazo íntimo entre el hombre norteamericano y la mujer siria expresa mucho más intercambio cultural que la repentina afición que surge en él por tocar el “djembe”, debido a que la imagen de los jubilados contagiados por el ritmo callejero está siendo muy explotada publicitariamente y no desprende autenticidad.