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Gloria LATASA | gloriameteo@hotmail.com

Al amanecer

El día despierta y enciendo la radio con cotidiano gesto. «Hoy hemos visto un amanecer precioso -escucho-. El cielo se ha puesto amarillo, anaranjado y, finalmente, azul. ¿Qué querrá decir? ¿Seguirá haciendo bueno? Había que ser muy rápido para verlo, en un «ti-ta» ha recuperado su color habitual. Euskalmet anuncia para hoy la llegada de un frente».

¡Ya lo creo que hay que ser rápido!, pienso. Cuando el sol está muy bajo en el horizonte sus rayos pasan a través de un espesor de aire mayor y chocan con una gran cantidad de partículas que «flotan» en la atmósfera. Y es sólo en esos efímeros momentos cuando podemos ver el cielo como si estuviera ardiendo. En cuanto nuestra estufa natural coge altura, la cúpula se vuelve azul.

Los colores rojizos aparecen porque los rayos del sol y las partículas que se agitan en el aire interaccionan. Chocan entre ellos y los colores azules, verdes y violetas de la luz son esparcidos hacia los lados con fuerza. Por el contrario, los rojos y amarillos se propagan en la línea de visión del sol.

Y para que todo esto ocurra, es necesario que la atmósfera se encuentre seca hacia el este (humedad y mal tiempo estarán hacia el otro lado, al oeste; por dónde nos llega generalmente el mal tiempo). Y que polvo, cenizas, sales..., las partículas sólidas que contiene el aire en suspensión, intervengan en el juego.

El fenómeno, como nos recuerda el refranero, suele estar relacionado con un cambio de tiempo: «Arreboles al amanecer, agua o viento al anochecer», Cielo rojo a la alborada cuidar que el tiempo se enfada», «Goiz gorri, galgarri», «Goiz gorri, arrats euri»... Es una información que podemos escuchar en el parte o, a falta de éste, deducir por el aspecto del cielo.

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