La oposición ha interrumpido todo contacto con el Gobierno y ha llamado a salir a la calle a partir de hoy tras la muerte de uno de sus líderes, Medet Sadykurlov, en un misterioso accidente de tráfico.

Las agresiones a periodistas se han multiplicado en las últimas semanas, mientras el Ejecutivo de Kurmanbek Bakiev trata de acallar las críticas.

Kirguizistán está minado por intrigas políticas desde la «revolución de colores» que en 2005 acabó con el derrocamiento de Askar Akaiev.

Formada en su mayor parte por antiguos aliados de Bakiev decepcionados con su gestión, la oposición aparece dividida en torno a los medios de presión contra el Gobierno. No falta en sus filas quien apela a empuñar las armas. «Si tomáramos las armas, por lo menos atraeríamos la atención de Occidente», señala Bakit Bechimov. Este diputado de la oposición recuerda, en este sentido, que una ley aprobada en 2007 autoriza el recurso al Ejército para reprimir manifestaciones. «La diferencia entre Akaiev y Bakiev reside en que este último ahora sería capaz de abrir fuego», añade.

Tampoco está claro si la oposición, relativamente debilitada, mantendrá la capacidad de movilización que mostró en las protestas de 2006 y 2007. El entusiasmo brillaba por su ausencia ayer en Bishkek.

El lunes, el cuadragésimo aniversario de la «revolución de los tulipanes» pasó totalmente desapercibido entre una población que tampoco oculta su malestar por la ausencia de mejoras en estos años, por no decir por el empeoramiento de la situación.

Los expertos coinciden en que todo apunta a que la tensión irá en aumento a medida que se acerque la fecha de las elecciones presidenciales, previstas para el 23 de julio.