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Nekane Jurado economista y firmante de la plataforma Herria Abian!

Seamos el cambio que queremos

La autora realiza un repaso panorámico de la situación socioeconómica en nuestro entorno desde la caída del Muro de Berlín hasta nuestros días, prestando especial atención al progresivo desmantelamiento del sector público. A su vez, realiza un análisis de las posibles causas por las que la respuesta ante la situación actual no está, por así decirlo, a la altura de las circunstancias. El artículo termina con los retos a los que se enfrenta Euskal Herria, entre los que Jurado destaca «el desarrollo de una nueva economía política, fertilizada en la práctica de un pensamiento crítico sobre el poder».

Recuerdo la caída da URSS, era agosto de 1991. La máquina ideológica del sistema capitalista, bien engrasada y sin fisuras nos inundó todos los días y en todos los medios con informaciones que mostraban que aquello había sido «el socialismo real», un modelo «caduco, burocrático, corrupto, sin opciones consumistas». En esas circunstancias defender un modelo socialista era presentado como de dinosaurios antievolucionistas. Fueron cuatro intensos meses entre este desplome y la reunión en Maastricht de los jefes de estado de la UE. Allí, anulado el pensamiento disidente, se inició la ofensiva capitalista en Europa firmando un tratado con vigencia hasta 1999 que inició la primera etapa de desmantelamiento del sector público. Se inicio la privatización sin control de empresas y organismos públicos, la desregulación del mercado laboral (ETTs, contratos basura, disminución de las prestaciones del INEM, Pacto de Toledo de reforma de la Seguridad Social, reformas impositivas con bajadas de impuestos a las rentas más altas y a las empresas) y la plena privatización del sistema financiero, vendiendo la banca pública que en el total bancario representaba desde el 25% caso español (agrupada en Argentaria y vendida al BBV, que paso a llamarse BBVA) al más del 50% en otros países de la UE como el Estado francés. Mientras la izquierda reconvertida alababa las ventajas de la globalización, y decía ser ciudadana del mundo.

Tras el éxito del Tratado de Maastricht y tres meses después de su caducidad, en marzo del 2000 los nuevos jefes de estado de la UE se reunían en Lisboa y marcaban la segunda fase de desmantelamiento del sector público, ahondando en aligerar «la protección social» y pasando parte de su peso al sector privado (en 2008 en Hego Euskal Herria el 40% del gasto en sanidad ya ha sido gestionado por el sector privado). La tercera fase se debía iniciar en 2010, pero la crisis la ha acelerado, y se ha puesto en marcha la última etapa de desmantelamiento del mercado laboral y la protección social. Con un sector público sobre endeudado, que baja sus impuestos a los ricos, les elimina el impuesto sobre el patrimonio, les da amplias vacaciones fiscales y permisibilidad al fraude, y que opta por dirigir los cada vez más escasos dineros públicos hacia la banca y el lobby del cemento, resulta que ahora «no hay dinero» para responder a la precariedad crónica de la mayoría de la sociedad. Además se legisla para seguir haciendo más barato el despido -ahora enmascarado en EREs-, para anular con multas impagables la voz de sindicatos como Hiru que piden dignidad, y para criminalizar como actos terroristas acciones propias de las huelgas.

Con todo ello pretenden reflotar el modelo capitalista. Pero este modelo depredador no es sólo económico, se sustenta en la explotación salvaje de los recursos no renovables del planeta; en un férreo control ideológico que se debe imponer en todo el sistema educativo y debe ser asumido en la universidad para que sea transmitido por los futuros gestores (Plan Bolonia); en una manipulación psicológica del miedo y de la ansiedad permanente, que está acelerando las enfermedades mentales y psicosomáticas (estrés, ansiedad, depresión, desarrollos tumorales...); en el patriarcado y su sometimiento constante de género, que canaliza todo lo anterior en una violencia que no cesa; en la utilización de los países más pobres que son aplastados por nuestra creciente huella ecológica (consumimos los recursos de una superficie tres veces mayor que Euskal Herria).

En 2009 queda de manifiesto que la crisis no es económica, es crisis ecológica, de salud, de valores, de relaciones de genero, en definitiva es una crisis del paradigma de civilización desarrollado por el capitalismo. Por eso al valorar lo que está ocurriendo, no se puede comprender la resignación y/o tibieza de las respuestas de los sectores sociales. Ésta falta de respuesta es más llamativa cuando desde hace más de 15 años han existido Foros Mundiales, pensadores críticos, izquierda comprometida, que han alzado la voz para proclamar la insostenibilidad del modelo neoliberal imperante. Y ahora, en el momento de máxima ofensiva del capital, se habla muy poco de estas propuestas alternativas, y mucho menos avanzamos hacia la cohesión de clase. Mientras tanto, el miedo controlado, el estado de necesidad de la hipoteca, los teleberris sobre el turismo del «puente» y el marketing gubernamental permanente... todo ello contribuye a desmovilizar y paralizar la voluntad de los que deberíamos de ser sujetos activos de cambio frente a esta crisis global

No podemos olvidar que los políticos son los gestores públicos del capitalismo utilizando el dinero público, la legislación laboral y social, y los «cuerpos de seguridad y orden público» para fortalecer el sistema. En esta crisis su actuación es la de servir a los mismos amos, permitiendo que el capital saque ventaja económica y financiera de la crisis para someter aun más férreamente a la fuerza de trabajo y desmantelar el estado del bienestar fruto de la lucha de clases y del avance del socialismo en 1945.

El que hoy sea políticamente incorrecto hablar de clase y poder de clase ejercido a través de la política y los medios de comunicación, lleva a no entender la realidad que nos rodea.

Entre otras tareas, a Euskal Herria le aguarda el desarrollo de una nueva economía política, fertilizada en la práctica de un pensamiento crítico sobre el poder. También el reto de una comprensión radical del sector público, en el sentido de descubrir que nuestra entera existencia está condicionada por un diseño político-económico que es construido desde la oligarquía de clase, para, a su vez construirnos a nosotros en nuestras relaciones económicas diarias, que se extienden al trabajo, la vivienda, el consumo, etcétera. Ese descubrimiento es esplendoroso, pues nos revela que las cosas, nosotros mismos, podríamos ser de otra manera y que, por lo tanto, también podemos decidir qué sector público, qué modelo económico, qué modo de vida queremos; en definitiva, nuestro verdadero autogobierno.

Herria Abian, dos palabras y unas pocas voluntades aunadas. El manantial nace pequeño, son todos los surcos de agua que se unen los que forman el río, es el que avanza fluyendo y confluyendo con otros ríos, y el que en un momento dado crece y destruye puentes y diques de contención. Tú sólo eres una gota, yo sólo soy una gota, pero con miles de mujeres y hombres de Euskal Herria seremos el río que transforma el desierto que crea el capitalismo en fértil vega de frutos compartidos. Se nos ofrece una oportunidad para ser protagonistas del cambio, para unir intereses de clase, para poner los cimientos de un nuevo modelo de civilización.

Herria Abian. Agua fluyendo hacia el cambio y en el horizonte Utopía. «Utopía no es una quimera, utopía es lo que no hay todavía, y sería posible que hubiera, y es posible que llegue a haberlo, por medio de una práctica revolucionaria de la imaginación dialéctica, y a pesar de las ideologías reaccionarias» (Alfonso Sastre, «Imaginación, retórica y utopía»).

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